El día 13 de junio en Centro Gabriela Mistral, GAM, se realizó el estreno de “Los cuerpos son Celestes”, obra de María Betania González que cuenta con la colaboración de Paulina Villalobos como diseñadora de iluminación. Mientras los científicos especializados y astrónomos valoran nuestro territorio por la pureza de nuestros cielos, nuestra sociedad es impasible ante la creciente contaminación lumínica y la ausencia de posibilidades para contemplar este patrimonio nacional.
Sin embargo, desde las artes y en particular desde la aproximación poética, se puso en valor la belleza y singularidad de nuestras noches. La oscuridad y la belleza del firmamento han sido inspiración para este proyecto, que cuenta con financiamiento del Fondart (2019) y apoyo del GAM.
Su punto de partida fue la lectura de los versos de “Noche Andina”, texto que forma parte del libro “Poema de Chile”, escrito por Gabriela Mistral mientras vivía en EEUU. En ese sentido, este montaje honra a nuestra poetisa más reconocida y establece un diálogo contemporáneo -desde el lenguaje de la creación escénica-con su legado e interpretación de la geografía de Chile, que elaboraba a la distancia. En el contexto de la valoración de las mujeres creadoras, impulsado por las reivindicaciones de género, es pertinente que se tome como base de trabajo la obra Mistraliana. Además, así se difunde de modo masivo.
Pero no puede señalarse que esta obra sea para todos. Más bien, su estilo de construcción y la concatenación de escenas, en cierto sentido son para un nicho de público más especializado. Cualquiera que vaya a GAM puede deleitarse con la belleza de las piezas. No obstante, se plantea un reto al espectador. Y no se trata de subestimar o que no sea alguien capaz de comprender, no. Se alude acá a que la interpretación de la obra está supeditada a una configuración de una “Totalidad” o “Gestalt” que corre por cuenta del espectador, y que implica una lectura sucesiva y simultánea de hechos y estímulos. Es cierto que los jóvenes se han desarrollado leyendo hipertextos, y que por ende saben relacionar fuentes de información. En este caso, además, se exige constituir una percepción global de lo que acontece en escenario y con las luces.
Uno de los aspectos más interesantes, y mejor logrados de la obra es esta propuesta de desterritorializar los cuerpos de los intérpretes. Hay una despersonalización de sus acciones motoras. Ya no están ahí en escena en tanto que bailarinas o bailarines, sino que en función de lo que pueden representar como flujo de movimiento en el escenario. La potencia de esto es ver graficado lo que Gilles Deleuze señalara en su trabajo: tiene supremacía el acontecer sobre el sujeto que ejecuta las acciones. De acuerdo a lo anterior, quien suscribe no sabe si se puede plantear que se trate de una obra de danza convencional, o, más bien, de una creación escénica de corte experimental, que está en proceso.
El diseño lumínico está planteado como instalación, como una provocación para los sentidos. Acompaña el curso de las imágenes no sólo como soporte visual, sino que en momentos es lo que otorga coherencia a lo que se logra presenciar. Cuando los movimientos son articulados desde una perspectiva que resalta lo más primigenio del lenguaje hablado, y dan visibilidad al curso de nuestro desarrollo psicomotor como especie, no toma protagonismo un cuerpo, sino la masa borrosa, porosa, que se desplaza, gime, o balbucea. Es el movimiento y su ejecución en colectivo lo que adquiere relevancia en esta obra.
Escrito por Carolina Jiménez
Coordenadas
Centro Gabriela Mistral, GAM. Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 227, Santiago.
Hasta el 6 de julio
jueves a sábado, 20 horas.
$3.000 jueves de danza; $4.000 preventa; $5.000 general; y $3.000 estudiantes y tercera edad.