Es reconfortante, tanto para el público especializado como para el lego, cuando lo que dice el director de una compañía de danza o teatro puede verse en escena. Así sucedió con el Ballet Nacional de España y su presentación este fin de semana en el Teatro Municipal de las Condes: todo lo que anunció Antonio Najarro a través de entrevistas en la prensa local, pudo verse en el escenario. Así, luego de 16 años de no pisar Chile, vimos una compañía sólida, con un repertorio variado (capaz de combinar flamenco, danza española y regional con elementos contemporáneos) e intérpretes de un elevado nivel técnico e interpretativo, que bailan al unísono y al mismo tiempo revelan su personalidad.
El programa se dividió en dos partes. La primera fue un paseo por tres piezas diferentes en estilo y data: “Encuentro, Cantiñas de Córdoba” (2015), de Mercedes Ruiz; “Ser” (2015), de Najarro; y “Bolero” (1987), de Rafael Aguilar.
“Encuentro” recrea el rimo flamenco llamado cantiñas, con dos intérpretes (Sara Arévalo y Eduardo Martínez) y acompañamiento de percusión, guitarra, palmas y cante. Hay intimidad en este dúo, donde participa la bata de cola de ella como un elemento más de teatralidad. La pareja dialoga entre la sensualidad y el coqueteo a través del lenguaje flamenco trabajado como herramienta expresiva, pero sin perder lo que en España llaman “pellizco” y que podríamos definir como intensidad y fuerza. Un buen punto de partida.
Le sigue “Ser”, solo creado por Najarro y que interpreta Inmaculada Salomón, una de las primeras bailarinas de la compañía. La pieza transita desde la danza clásica española, acompañada de castañuelas, hasta llegar a la danza contemporánea y rozar aquella llamada de “espectáculo” o jazz dance. Salomón demuestra virtuosismo, derrochando elegancia y carisma, y Najarro se revela como un coreógrafo arriesgado que no teme experimentar ni mirar la tradición desde el siglo XXI.
“Bolero”, en la versión coreográfica de Rafael Aguilar, cierra este acto con una verdadera explosión de energía y sensualidad. Claro homenaje a la creación de Maurice Béjart, la pieza tiene un hombre como protagonista (Sergio Bernal). Lo acompañan primero 11 mujeres, vestidas de rojo y negro, que hacer sonar sus tacones y llevan abanico. Bernal lleva el torso desnudo y luce pantalones en los mismos colores, y su danza recorre tanto taconeos como perfectos giros, en su figura hay mucho de narcisismo del torero y del erotismo que rodea su figura. Diez hombres se suman a la danza, surgiendo otras pulsiones. Perfecta interpretación técnica de todo el elenco y la entrega absoluta de Sergio Bernal, a quien vimos brillar el año pasado en el solo “El Cisne”.
Luego del intermedio vino “Suite Sevilla”, también con la firma del director de la compañía. Se trata de un homenaje a Sevilla, a su atmósfera y colores, compuesta por 6 coreografías (“Feria”, “Maestranza”, “Puerto de Triana”, “Bailaor”, “Paseo de Ensueño” y “Júbilo”) que se mueven en una osada -pero bien resuelta- combinación de la Escuela Bolera, la Danza Española y el flamenco. Es decir, estilización, regionalismo y taconeo. Lenguajes muy diferentes pero muy españoles, que Najarro combina con audacia y elegancia.
Nuevamente se lucen los intérpretes. Seguros, precisos y respirando al unísono en las danzas grupales; carismáticos y envolventes en los dúos. En la partida, “Feria”, danza por sevillanas, usan las castañuelas como si fuera una prolongación de las manos. Y en “Maestranza”, Alona Alonso y José Manuel Benítez relatan el vínculo de amor-odio que une a toro y torero con lenguaje contemporáneo y una intensidad que recorre todas las butacas de teatro.
El fin llega con la fiesta en “Júbilo”, con el rojo presidiendo el vestuario de bailarines y bailarinas, además de virtuosas -y vistosas- coreografías grupales. La danza hace guiños a bailes regionales -jotas- en tanto los músicos tocan por bulerías, construyendo un lucido espectáculo que invita a la celebración.
Excelente espectáculo, que muestra al Ballet Nacional de España como una compañía versátil y consolidada, que lleva además a reflexionar cómo la mirada actual puede enriquecer lo originario. Porque, qué duda cabe, en cada coreografía late España. La de ayer y la de hoy.
Escrito por Marietta Santi
fotos gentileza Ballet Nacional de España