“Arbol” e “Icaro”: solos para reflexionar

Dentro del marco del festival Santiago a mil 2020 se remonta la obra en clave butoh “Árbol”, del destacado coreógrafo, bailarín y profesor Álvaro Pizarro. En esta oportunidad la función en el Centro Cultural Gabriela Mistral es a beneficio de Vicente Muñoz, estudiante de teatro que perdió uno de sus ojos en las manifestaciones por el estallido social, por tanto, toma un carácter diferente en una atmósfera cariñosa, contenida y participativa. Su argumento parte de la concientización que debemos crear en el mundo ante la poca sensibilidad que tenemos con la naturaleza, la protección de los árboles, del agua y del viento.

Todos estos elementos, presentes en la obra, nos llevan hacia un referente cotidiano y cercano, y cada uno de ellos se hace reconocible. Cuatro telas rectangulares en el fondo son parte de la escenografía. Allí se proyectan luces e imágenes que evocan los tres elementos. Iluminación cenital y de piso complementan las proyecciones. Un elemento muy importante es el sonido, creado artesanalmente a partir de grabaciones originales de agua, ramas, viento, a lo que se suma un violonchelo.El bailarín, con solo un pantalón como indumentaria recreando la corteza de un árbol, y su cuerpo pintado semejando las ramas, nos hace viajar por su mundo interno relacionado con un árbol que nace, se mueve, fluye, respira, se afecta y muere. Sus extraordinarias condiciones físicas de elongación y flexibilidad, dan a sus movimientos esa suavidad necesaria para entrar en ese universo experiencial. Lanzado, entregado, afectado, vivenciado, todo eso se logra leer y ver en un montaje sensible, de temática no solo ambientalista, sino que también íntima, para hacernos entender que el otro es igual de importante que nosotros mismos.

Traspaso coreográfico

“Icare” o “Icaro”, en su traducción al español, es un trabajo unipersonal creado por el destacado coreógrafo Claude Brumachon para el bailarín Benjamín Lamarche en los años ‘90, que se reestrenó este 3 y 4 de enero en el cuerpo de Christian Hewitt. El lugar escogido, el Centro Cultural de Lo Prado.
Este traspaso patrimonial coreográfico se gestiona hace un tiempo para generar el remontaje, que además viajará a Francia para seguir su crecimiento.

Debemos partir diciendo el innegable virtuosismo del bailarín Cristian Hewitt, que por su trayectoria logra desarrollar esta larga y difícil coreografía con la técnica Brumachon.

La utilería utilizada se compone de barras paralelas, una silla y un bastón, y el vestuario de un short de baño, pantalón y chaqueta. Con sonidos rítmicos sin melodía, y una iluminación que guía al bailarín se completa la obra.

La pieza comienza con un sonido estruendoso que marca el inicio de una coreografía en la silla, secuencia repetida varias veces.
El cuerpo liviano y entregado de Hewitt le permite desarrollar -sin esfuerzo aparente- la exigente obra donde se lanza, sube y se cuelga por los elementos. Icaro, a quien representa Hewitt, es un joven soñador con una idea de volar donde sus movimientos rápidos, en staccato, a ratos sin coreografía aparente, nos sumergen en una atmósfera sorpresiva.

Escrito por Cristián Rojas

foto “Icaro” Nicolás Gómez

foto “Arbol” Rodrigo Yáñez