El año pasado, la dramaturga británica Samantha Holcroft estrenó “Un espejo” en el Teatro Almeida de Londres. La obra, luego de un gran éxito de crítica y público, aun está en cartelera en el West End. La autora se inspiró en dos viajes a Corea del Norte, donde pudo comprobar los alcances del control que ejerce la dictadura. En Chile, Pablo Halpern (“La Madriguera”) estrenó a principios de junio su versión, donde destacan el desempeño actoral y el timing logrado por la dirección. Además, por qué no decirlo, comprueba la espantosa vigencia del texto en este lado del mundo.
Nicolás Pavez, Daniela Castillo, Emilio Edwards, Alejandro Castillo y Francisco Reyes Cristi entregan un conjunto de personajes que pasan por diversos registros, de acuerdo a las capas de la dramaturgia. Es que “Un espejo” es una gran simulación, teatro dentro del teatro, a la manera de una matrioshka o muñeca de madera rusa.
Todo parte con un supuesto matrimonio, el de Leyla y Joel, al que es invitado el público. Esta es la primera simulación. La segunda sucede cuando los ojos censores desaparecen: los novios y el oficiante empiezan una representación teatral no autorizada por el Ministerio de la Cultura, que nos lleva a conocer el sentido profundo de lo que sucede. Pero cuando llaman a la puerta o suena una sirena, el elenco tiene que volver rápidamente a la boda.
La obra que representan nos muestra a un mecánico exsoldado convertido en dramaturgo, que es capaz de transcribir al pie de la letra todo lo que escucha. Luego de enviar su primer texto al Ministerio de Cultura, el Sr. Celik, director de la repartición, lo llama para decirle que lo que escribió podría llevarlo a un campo de reeducación. Pero, como ve talento en sus líneas, le da algunos consejos.
La siguiente obra del mecánico es una transcripción palabra por palabra de lo vivido en la oficina de Celik, quien insiste en apadrinarlo. La próxima vez, luego de una reunión con un escritor obsecuente y mimado por el poder, todo se volverá oscuro.
No es correcto revelar más de la trama, ya que hay sorpresas que los espectadores deben descubrir. Pero sí puede decirse que la pieza está cruzada por grandes temas, que surgen de menos a más. ¿Qué tan subversiva debe ser la creación artística? ¿Cuánto influye lo políticamente correcto en las propuestas? ¿Hasta dónde llegan algunos artistas para ser “regaloneados” por el sistema?
Por supuesto, aparecen el tráfico de influencias, las presiones basadas en un futuro esplendor y la necesidad de hacer relaciones públicas constantemente. Males que todas las sociedades conocen.
La puesta de Halpern es rítmica y fluida, lo que permite que el bucle se desenrolle claramente. Las excelentes interpretaciones introducen a los espectadores en los diversos niveles de la trama, llevándolos a sumergirse poco a poco en la problemática tratada. Un punto alto es la aparición de Alejandro Castillo, quien resuelve con soltura un personaje nada querible.
En resumen, buen texto, buena dirección y buenas actuaciones para una obra de teatro actual. Un punto alto en la cartelera del primer semestre y una ventana al mundo.
Coordenadas
Hasta el 30 de junio
jueves a sábado 20.00 horas, domingo 19.00 hrs.