“Destellos sobre la Tormenta”: laboratorio escénico que abraza la autenticidad

Estrenada en el Teatro Novedades el 6 de septiembre, “Destellos sobre la Tormenta”, de la compañía Escénica Experimental —creada por Priscila Seguel y Sebastián Vivallo— es mucho más que una obra de danza; es la materialización escénica de un intenso laboratorio de creación de tres meses. Comprender este origen es clave para apreciar su valor.

Esta pieza de aproximadamente 50 minutos se erige como un manifiesto coreográfico que privilegia el proceso, la exploración sensorial y la expresión genuina, desafiando las convenciones al reunir a catorce intérpretes de diversas edades (desde los 20 hasta los 36 años) y formaciones heterogéneas —Isidora Alarcón, Ignacia Bachmann, Viviana Cabezas, Diego Cabrera, Lyan Carreño, Camilo Cortés, Constanza González, Paula Guzmán, Francisco Hernández, Rachel Matheson, Constanza Nuñez, Constanza Ordóñez, KiinSerón y Benjamín Vera— en un proceso donde la autenticidad prevalece sobre el virtuosismo técnico.

Este elenco diverso es el corazón de la propuesta. Su fortaleza radica en la palpable conexión humana y la entrega emocional que despliegan en escena. El lenguaje corporal que emerge es orgánico, fluido y expresivo, transmitiendo con honestidad cruda emociones de duda, nostalgia, curiosidad y, finalmente, afecto y comunidad. Esta variedad de cuerpos y experiencias se convierte en la mayor virtud de la pieza, generando en el espectador una identificación con las vulnerabilidades y los destellos de conexión que se representan.

La dramaturgia, creada y dirigida por Seguel y Vivallo a partir de su mundo interno, se organiza en tres actos emocionales (soledad, descubrimiento y reconocimiento) que se desarrollan en un espacio minimalista de caja negra.

El vestuario juega un papel crucial en esta narrativa: la obra comienza con un coro de cuerpos anónimos y uniformados en negros profundos y capuchas, una masa colectiva sumida en la oscuridad y la introspección. De este grupo emerge la impactante figura de rojo, un corazón herido o una chispa de dolor primordial que es tensionada por fuerzas anónimas. Solo hacia el final, en los dúos que exploran la conexión con una ternura palpable, la paleta se abre para revelar tonos tierra, blancos y burdeos, simbolizando la emergencia de la individualidad, la calidez y el apoyo comunitario.

Elementos poéticos clave, como las cuerdas y la icónica máscara de insecto, adquieren su verdadero significado al abandonar una lectura literal. Según los creadores, la figura inicial (interpretada como un “rey bicho”) encarna las oscuridades y el dolor de la humanidad en medio del caos. La luciérnaga, que aparece posteriormente, no es un insecto literal sino un potente símbolo de luz y esperanza que irrumpe en ese universo sombrío para guiar hacia la liberación y el cuidado.

 

El espacio visual y sonoro acompaña este viaje emocional con precisión. La iluminación de Benjamín Manzano actúa como un narrador más, transitando de una paleta fría de azules y blancos hacia cálidos magentas y amarillos que abrazan a los intérpretes en la culminación del viaje, armonizando perfectamente con la evolución del vestuario. El sonido ambiental de Carla Sobarzo teje atmósferas etéreas y tensiones que permiten que el movimiento nazca desde adentro, sin rigideces, favoreciendo la organicidad del conjunto

“Destellos sobre la Tormenta” es una declaración política y pedagógica. Democratiza la creación coreográfica, desmitifica la danza como un territorio exclusivo para especialistas y celebra la belleza de lo imperfecto y lo auténtico. Es una obra que abraza la vulnerabilidad como un acto de resistencia y que propone que, en medio de la tormenta, el amor—entendido como conexión, cuidado y comunidad—se revela como la única fuerza posible capaz de iluminar la oscuridad.

 

registro de Carlos Contreras