“He nacido para verte sonreír”: jugada versión de Paulo Brunetti da nuevas dimensiones al texto de Santiago Loza

“He nacido para verte sonreír”, obra estrenada en 2011, es uno de los monólogos que el autor argentino Santiago Loza ha dedicado a protagonistas femeninas. Otros títulos suyos en esa línea son “La mujer puerca”, “Pequeña cruel bonita”, “La enamorada del muro”, “Todo verde” y “Nada del amor me produce envidia”; todos certeros, agudos, llenos de luces y sombras, capaces de deconstruir el estereotipo femenino creado desde siempre. La versión nacional de “He nacido para verte sonreír”, con la dirección del también argentino Paulo Brunetti y los intérpretes nacionales Blanca Lewin y Bernabé Madrigal, depara varias sorpresas para los espectadores.
En Buenos Aires la obra se estrenó en un espacio pequeño, sin escenario, donde la audiencia podía capturar el menor gesto de los actores. El dolor era como una humedad que permeaba a todos. Y es difícil imaginar que un texto tan íntimo como este, el doloroso soliloquio de una madre que debe internar a su hijo en una clínica psiquiátrica, pueda instalarse apropiadamente en un espacio de formato convencional como lo es el Teatro Finis Terrae. Sin embargo, la dirección de Brunetti lo logra.
Blanca Lewin encarna a una madre que transita por un carrusel de emociones (pena, emoción, rabia y frustración, por nombrar algunas) el día que lleva a cabo un acto que nunca pensó hacer: separarse de su hijo. La actriz dota a su personaje de matices inesperados, que lo hacen profundamente humano, de carne y hueso. A veces emotiva, a veces distante, reflexiona sobre su hijo, pero sobre todo sobre ella misma. En esta versión el monólogo de la madre no nace desde un desborde emocional, sino de una mirada sincera y cortante, como un bisturí. La madre de Blanca es cercana y reconocible en su intimidad desnuda, pese a que debe proyectarse desde el escenario hasta la última fila de butacas. En este ejercicio de contención/proyección se advierte su madurez interpretativa.
La acompaña Bernabé Madrigal, como el hijo, muda pero expresiva contraparte de este monólogo. El joven actor es el contrapunto emocional de la actriz, con quien dialoga a través de estados corporales, miradas y mínimos gestos. La escena en que queda solo, enfrentado a sus fantasmas, transmite la perturbación mental que lo aqueja sin exageraciones dramáticas, sino con el detalle preciso. Sin duda, la revelación de un talento.
A cargo del diseño integral está Ramón López, quien aporta un espacio delicado y simbólico, muy diferente a los otros montajes de la misma obra, minimalistas y despojados. El diseñador crea una gran estructura transparente que se enrolla en forma de cilindro, donde se proyectan sombras, y que puede leerse de muchas maneras. Se trata de un espacio simbólico que contrasta con el crudo realismo del texto y posibilita que la puesta alcance otras capas de reflexión.
La iluminación también juega un papel destacado en este mostrar simbólicamente, así como también el cuidadoso vestuario que nos da más pistas de quiénes son los protagonistas, dónde podrían vivir, qué tipo de vida llevan.
Finalmente, el texto se lee a la perfección, así como también el retrato de los claroscuros de una madre atribulada que dibujó Loza. El montaje de Paulo Brunetti realza la agudeza del autor, toma el drama cotidiano que captura el texto y lo contrasta con una estética que hurga en la materialidad simbólica.
Buena dirección y buenas actuaciones, así como un diseño integral jugado, hacen de esta versión de “He nacido para verte sonreír” una propuesta que invita a sumergirse en esta pequeña historia no solo desde la letra, sino también desde las sensaciones que provoca el diseño integral.

fotografía @estricolor

Coordenadas
Hasta 13 de noviembre
jueves a sábado, 20.30 h, domingos 19 h
$12.000 general, $7.800 adulto mayor, $6.000 estudiantes