Jaime Leiva es un reconocido actor nacional. Su presencia destaca en teatro (“La Viuda de Apablaza”, “El Dylan”, “Mano de Obra”) y cine (“El Príncipe”, “Tengo miedo torero”) por un amplio registro interpretativo, que se asienta en una corporalidad cuya energía se transforma de acuerdo a las necesidades de cada personaje. En “Última cena para perros”, del dramaturgo Sebastián Olivares, Leiva encuentra un territorio para desplegarse en diferentes tonos y darle una vuelta de tuerca al tema del migrante y la discriminación que sufre al no pertenecer.
El protagonista es un hombre de extracción humilde, que limpia automóviles y siempre ha vivido en un territorio seguro: la pega, el descanso, el cité. Viste jeans y chaqueta de mezclilla, camisa a cuadros, zapatillas y jockey. Habla con un ser invisible al que llama padre, y que lentamente el público asimila con Dios o la divinidad. Es de madrugada, hace frío, hay restos de una fiesta, comida, trago y un cuerpo inerte. Un cadáver.
Lo que cautica es que el quid de la trama no es evidente, sino que se va descubriendo de a poco, entre texto y texto. Y el personaje, reconocible, cercano, se convierte en un hombre despiadado, que asesina a la otredad. Hay palabras que de pronto revelan lo invisible, como cuando el hablante llama negro al hombre que asesina, o cuando hace alusiones al frío que sintió el muerto cuando pasó clandestinamente la frontera. Aunque resulte increíble, de pronto sabemos que ese hombre común, que se ve como cualquiera y que pertenece a una clase marginada de los privilegios sociales, es el que margina al que no está en su lugar.
Todo sucede en un espacio despojado e intervenido por una larga mesa de metal que remite a la usada por Jesús y los apóstoles en la última cena y, por supuesto, al título de la obra. El diseño integral, a cargo de José Carrera, instala al personaje protagónico entre sus creencias soterradas y la cruda realidad del cité, con un simbolismo despojado pero formado por claroscuros y guiños de luz. El diseño sonoro, de Rodrigo Belmar, colabora a la atmósfera inquietante que explota con Have You Ever Seen The Rain? del emblemático grupo Creedence.
Rafaela Soro y Tomás Ahumada, responsables de la dirección de la puesta en escena, modulan el talento de Jaime Leiva. Dosifican los tiempos, las intenciones, los tonos del protagonista, quien se revela como un lobo con piel de cordero. Su devoción, reflejada en el diálogo con el “padre”, con el ser divino, que todo lo sabe, convive con una violencia soterrada que brota cuando ve invadido su territorio. El cité, el barrio, ocupado por personas venidas de tierras lejanas. Hay crueldad en su gesto, también impunidad, y todo eso- y más- recorre su rostro.
“Última cena para perros” explota en el momento de la confesión. El oscuro hombre que monologuea baila a Creedence mientras narra el asesinato. Es sencillo, simple, sucede simplemente. Jaime Leiva se expande, su cuerpo se eriza. Entre el público se agudiza el silencio -ni las respiraciones se escuchan- y el asombro se toma a los espectadores.
Esta pieza pone en jaque al público, lo interpela, lo enfrenta a una incógnita. La revelación sorprende, aunque no se explica nada. Es este hombre común y su tránsito es el centro de todo.
“Última cena para perros” es un trabajo delicadamente hecho, modulado finamente que presenta la otra cara de un tema candente: la violencia soterrada que llevamos y que explota frente al que es Diferente, al que no pertenece a nuestro territorio. Una puesta en escena jugada en el minimalismo que dialoga con el texto y con el talento del protagonista.
Ojalá pronto vuelva a tener temporada.
Coordenadas
Teatro del Puente | Parque Forestal sin número, entre puentes Pio Nono y Purísima. Metro estación Baquedano.
Hasta al 5 de noviembre
Miércoles a domingo a las 20 hrs.
Estudiantes y Tercera edad: $4.000
Entrada general: $6.000
Sólo venta digital
Venta de entradas: https://ticketplus.cl/events/ultima-cena-para-perros