“Dúo”: la danza de los opuestos

“Dúo”, obra coreografiada por José Vidal e interpretada por Alexandra Mabes y Nicolás Cancino, se presenta como una indagación escénica sobre la dualidad, entendida no como oposición estática, sino como una fuerza dinámica en constante transformación. Estrenada en abril en el Centro Cultural CEINA, esta pieza de danza contemporánea dialoga fluidamente con lenguajes urbanos como el popping y el house, articulando una propuesta coreográfica que representa la mutabilidad de la energía entre dos cuerpos en relación. Desde su inicio, la obra genera una atmósfera de ensoñación que se mantiene a lo largo de su duración (cerca de una hora), envolviendo al espectador en un estado de contemplación activa y sensorial.
En términos de movimiento, la obra destaca por una calidad física que conjuga fluidez, velocidad, pausas y un uso consciente del peso corporal. El vocabulario gestual se despliega entre la fragmentación y la continuidad, revelando una técnica depurada y una expresividad clara por parte de los intérpretes. A lo largo de la obra se alternan solos y dúos: en los solos, cada intérprete se expresa desde su propio lenguaje corporal, haciendo visibles sus particularidades y búsquedas individuales; en los dúos, estos lenguajes confluyen y dialogan, generando momentos de encuentro, contraste y complementariedad. El recorrido geográfico y biográfico de los intérpretes también se hace presente en sus cuerpos, aportando una riqueza de matices a la propuesta escénica. Alexandra Mabes, con una sensibilidad vinculada a la danza contemporánea, se desplaza con una cualidad etérea, dúctil y expansiva, mientras que Nicolás Cancino, con una impronta cercana a las danzas urbanas, manifiesta una energía más compacta, explosiva y rítmica. Estas diferencias no solo definen sus solos, sino que también enriquecen los dúos, donde sus lenguajes se encuentran y se influencian mutuamente, generando un diálogo físico que refleja sus trayectorias y orígenes diversos.
La composición espacial utiliza con inteligencia los niveles y direcciones, estableciendo una relación viva con el entorno escénico, mientras que el tiempo y el ritmo se manifiestan en contrastes marcados, sincronías precisas y repeticiones que construyen una estructura coreográfica coherente y progresiva. La escenografía es minimalista pero simbólicamente cargada: una caja negra, una escalera y una parrilla de luces que no solo ilumina, sino que interviene la escena al portar el vestuario, ampliando las posibilidades de interacción con el cuerpo. La iluminación, suave y de tonalidad cálida, acompaña el tránsito emocional de la obra, mientras que el vestuario aporta capas simbólicas que enriquecen la lectura estética. El primer atuendo, gris y ajustado, remite a lo cotidiano, a un estado neutral desde donde emerge el movimiento inicial; el segundo vestuario, de color rojo y formas asimétricas, marca un punto de inflexión que representa la fuerza interior, el cambio y la transformación emocional; finalmente, el vestuario plateado con flecos —voluminoso y brillante— alude a un momento de expansión, de energía liberada, casi festiva, que da cuenta de una plenitud alcanzada tras el recorrido.
El diseño sonoro complementa esta propuesta con un inicio de sonidos marinos, seguido por música experimental y electrónica que se entrelaza con dos monólogos. Uno, de carácter biográfico, revela una emoción contenida ligada a la rabia y al impulso de bailar; el otro, más evocativo, remite al nacimiento y a los recuerdos primarios del ser. Estas voces complementan la danza, otorgando capas de sentido que refuerzan la dimensión simbólica de la pieza. Dúo provoca emociones ligadas a la sensibilidad, al tránsito entre estados y al intercambio constante de energía entre los cuerpos, proponiendo una experiencia que no busca resolver una narrativa lineal, sino habitar el cambio y la transformación desde la singularidad de cada intérprete y el vínculo que construyen juntos en escena.

fotos Cristian Vidal