“Ulises”: masculinidades en transformación

La Cía. Proyecto Experimental, bajo la dirección de Mauro Barahona, presenta “Ulises”, una obra de danza contemporánea que construye un viaje coreográfico para transitar y cuestionar las masculinidades en el mundo actual. Reestrenada el 28 de septiembre en el Espacio Aquia, esta pieza de aproximadamente 50 minutos apunta directamente a la transformación y la búsqueda de un “nuevo varón”.

El elenco de intérpretes nacionales —Daniel Arce, Mauricio Pizarro, Javier Calderón, Juan Contreras, Eduardo Cuadra, Alexander Vallejos, Brian Montenegro, Sebastián Vivallo, Camilo Cortés y Matías Castro— representa un extraordinario espectro generacional que abarca desde los 20 hasta los 40 años, convirtiendo esta heterogeneidad etaria en su mayor fortaleza. La profesionalidad del conjunto brilla en una entrega corporal total, donde la expresividad y la profundidad interpretativa de cada bailarín son el motor que impulsa la narrativa colectiva.

La obra se despliega como un mapa emocional que aborda los encuentros y desencuentros inherentes a las relaciones humanas, transitando desde la aceptación hasta el rechazo y la discriminación. Estos temas universales se materializan a través de una dramaturgia que articula distintos cuadros, explorando la diversidad de roles y experiencias mediante elementos escénicos mínimos pero cargados de significado: una banca y cuerdas. La banca funciona como punto de encuentro y de conflicto, mientras que las cuerdas actúan como extensiones del cuerpo, marcando vínculos, ataduras y tensiones que oscilan entre la unión y la ruptura.

El movimiento del elenco fluye con gran organicidad, combinando precisión, fuerza y vulnerabilidad. La coreografía se despliega con ritmos que crecen y se repliegan, alternando momentos de energía colectiva con pausas de introspección. El diseño escénico, de carácter minimalista, potencia esta dinámica a través de un espacio de “caja negra” que se convierte en un contenedor simbólico. La iluminación cumple un papel narrativo esencial: los contrastes entre luces frías y cálidas acentúan los estados emocionales, mientras los blackouts marcan los límites entre cada cuadro, reforzando las transiciones y la idea de cambio interior. En ciertos momentos de tensión, la atmósfera pasa de lo etéreo a un ambiente saturado de pasión, intensificando la carga expresiva del conjunto.

El vestuario, en una paleta dominada por tonos negros, burdeos, tierras y blancos, combina prendas formales y faldas amplias que amplifican el movimiento. Esta diversidad visual subraya que las masculinidades, aunque múltiples, comparten un mismo territorio de búsqueda y expresión. El espacio sonoro, diseñado por Rafael Velásquez Ross, envuelve la escena con texturas ambientales que dialogan con el movimiento, reforzando el carácter sensorial de la propuesta.

Cerca del final, los intérpretes recogen toallas y comienzan a golpearse entre sí en un juego evocador de aquellos que se realizaban en los vestuarios masculinos. Este gesto, en apariencia lúdico, revela una capa simbólica profunda: la toalla, objeto cotidiano asociado a la intimidad, se transforma en un instrumento de catarsis colectiva. El juego, que oscila entre la violencia y la camaradería, se convierte en un espejo de las tensiones que atraviesan las masculinidades: la necesidad de contacto, la represión del afecto y la delgada línea entre el juego, la agresión y la ternura. Posteriormente, una improvisación grupal cierra la pieza: los cuerpos, en un movimiento conjunto, respiran y se expanden como si compartieran un mismo pulso, dando al cierre un tono de reconciliación y apertura.

La obra resuena con una autenticidad palpable, sostenida en la expresividad y la entrega interpretativa de su elenco. Evita el juicio y abraza la complejidad del tema, mostrando que el movimiento puede ser un lenguaje capaz de desmantelar estructuras rígidas y visualizar procesos de transformación. En este sentido, Ulises se consolida como una propuesta significativa dentro de la danza experimental contemporánea, reformulando el sentir de las masculinidades a través de un viaje coreográfico tan necesario como conmovedor, donde distintas generaciones dialogan para enriquecer una reflexión colectiva sobre la aceptación, el rechazo y la superación de la discriminación.

fotos Bastián Spencer