La compañía de teatro El Padre, dirigida por Eduardo Vega, presentó una segunda temporada de la obra “La mujer de los perros”, esta vez todos los viernes de diciembre en el Teatro Cachafaz de Ñuñoa. Este director, actor y pedagogo teatral formó la compañía en el año 2012 con sus compañeros de la Universidad Arcis y realizan “Sonia, princesa Inca”, “#8880 Jardín del Edén” y “La mujer de los perros”, estas dos últimas obras inspiradas en casos de tortura existentes en dictadura militar. La obra se basa en la vida de Ingrid Olderock Bernhard, fallecida oficial de Carabineros y ex agente de la DINA, que tuvo poder en los servicios de seguridad de la dictadura militar y que vivió un atentado del MIR el 15 de julio de 1981, en que dos hombres le dispararon e intentaron matarla muy cerca de su domicilio, en Ñuñoa. Ella, que habitualmente cargaba una pistola en su cartera y tenía otras dos armas de reserva en su casa, se sobrepuso al ataque y logró vivir durante dos décadas más con una bala alojada en su cabeza. Nadie sabía el secreto que ocultaba esta mujer, destacada por sus funciones al interior de la institución: Ingrid entrenaba perros para violar a mujeres y hombres en el cuartel conocido como la “La Venda Sexy”.
En el montaje, Karla Guettner es Ingrid Olderock, Silvana Troncoso y Cecilia Aguirre son las aspirantes a carabineras, enfermeras del Hospital de Carabineros, y también la madre y padre en otras escenas. Ellas, con ayuda del vestuario de overoles militares y una actuación marcada por la rigidez, ejecutan la reconstrucción de la vida de Olderock, realizando una mirada a fragmentos de su infancia, al adoctrinamiento de las mujeres a quienes formó y cómo su accionar quedó impune.
El hilo conductor de la obra se apoya en datos periodísticos que salieron en la época y en el libro de Nancy Guzmán, que se superponen en las escenas a través de textos de los mismos personajes o en proyecciones audiovisuales. Las escenas se estructuran de forma no lineal, ni tampoco cronológica, sino que a través de episodios que Ingrid recuerda: la infancia con sus padres alemanes y nazis que emigraron a Chile, una sufrida adolescencia enamorada de un joven inglés y que su padre la castigaba y golpeaba por no ser alemán como ellos, la participación en la Escuela Femenina en la que instruyó a 70 mujeres para tareas y técnicas represivas, el día del atentado del MIR, etc.
La pieza comienza cuando hieren a Olderock y la llevan al Hospital de Carabineros, donde las enfermeras le hacen preguntas que muchas veces la hostigan, pero ella evade con sus recuerdos sobre la instrucción a las féminas y su desempeño en la institución. Resalta el cuadro cuando Ingrid empieza a instruir a una aspirante de carabineros que venía del campo, mencionando constantemente que debe hacerlo “como señorita”; hace que se siente cruzando las piernas, se abroche hasta el último botón del cuello de la camisa y la peina con una apretada y tirante trenza para luego sacar jugo de una manzana para fijar su cabello. Se mofa de su ignorancia al desconocer dónde quedan ciertos países, y le dice que no se preocupe, porque ella misma la eligió para darle una oportunidad. De a poco las aspirantes se vuelven rudas, su voz tímida se va tornando fuerte y firme, y se asemejan a lo que el padre de Ingrid decía sobre cómo debían ser las mujeres que querían poder: señoritas, sin hijos, mirada severa, cabello muy bien amarrado.
El montaje logra transmitir sensaciones al público, como hacerlo sentir el miedo que provocaban los uniformados de la época en la sociedad, con el cuadro en que Silvina Troncoso interpreta a una carabinera en su entrenamiento, acercándose con su escopeta al público para realizar un disparo. Al fondo aparecen proyecciones de calaveras que se tiñen de rojo. También causa escozor la imagen de la silla que sube con una cuerda y repentinamente cae, aludiendo a las torturas que hacía Ingrid a los prisioneros políticos en el cuartel conocido como “la Venda Sexy”, violando a hombres y mujeres junto a su perro policial. Aunque no hay actrices en la escena, los elementos dispuestos y sonidos de ladridos de perros explicitan la tortura que ocurre en el lugar.
El espacio escénico se transforma con pocos elementos. Dos carritos que contienen artículos de enfermería y una silla de ruedas transforman el escenario en un hospital y, dependiendo del texto, un espacio mental o un manicomio, como cuando Ingrid se coloca su mochila de paracaidista recordando que es experta en tiro, artes marciales y paracaidismo, y llega la enfermera a recordarle que deje esas cosas y se quede tranquila.
La música abarca canciones de los años ’70. “Chico de mi barrio” es un tema que continuamente está en el texto, a manera de recuerdo, persuasión de las enfermeras hacia Ingrid y como jolgorio de la época. La iluminación es a través de elipsoidales que generan un ambiente de frialdad por sus diseños angulosos, de rectángulos y poca luminosidad.
El vestuario de las actrices está formado por overoles grisáceos, que apuntan a cualquier escuadrón militar, no tan solo de carabineros, que se transforma con pocos elementos en distintos personajes, como colocar una tela roja en el brazo alude a los padres nazis de Olderock, un delantal de enfermera encima supone de inmediato el personaje, etc.
El director pretende a través de esta puesta en escena, que mezcla documentos y testimonios de la época, dar a conocer este hecho ocurrido en dictadura y quedo impune como una apuesta a la memoria de nuestro país.
Ficha Artística
Compañía de teatro El Padre.
Elenco: Cecilia Aguirre, Silvana Troncoso y Karla Guettner.
Dramaturgia y dirección: Eduardo Vega Pino
Diseño integral: Julio Chávez
Diseño sonoro: Génesis Victoria
Sonidista: Andrea López