La crisis laboral en el rubro de las artes es un hecho que ha provocado todo tipo de sensaciones, pasando de la consternación y la incertidumbre a la creación de nuevas formas y posibilidades de desarrollo artístico, tanto en lo estético como en lo que concierne a la industria cultural y el negocio del espectáculo. Mientras la nostalgia por el teatro crece, el Covid-19 nos hace visible la fragilidad de las artes escénicas y la necesaria protección del patrimonio cultural, de compañías e instituciones, que a estas alturas resultan indispensables por su aporte al desarrollo humano en términos artísticos, culturales, de enriquecimiento estético y el valor social que alcanzan en las comunidades donde se encuentran.
Hay consenso en que los espacios presenciales para obras artísticas serán los últimos en poder reintegrarse a la nueva realidad que se está gestando. Un futuro lleno de incertidumbre para mucha gente, que tristemente se ha visto forzada a realizar otros trabajos para poder subsistir en estos meses que, por ahora, parecen interminables. Sin embargo, es cierto también que mucha gente e instituciones han tenido la iniciativa durante este periodo para reinventarse y aprovechar herramientas tecnológicas que han permitido crear y generar trabajo. Como las aves en cautiverio, debieron aprender a cantar desde el confinamiento para así regalar su arte, a la espera de una vacuna que abra de una vez esta jaula de la que todos añoramos salir. Pues si bien el formato audiovisual online se abre como una gran y única posibilidad para acercarnos al público, también nos damos cuenta de la importancia de lugares de encuentros para el arte como lo son teatros, conciertos y museos.
Es imposible no apreciar el rol fundamental que las artes han tenido durante toda la pandemia, mediante espacios audiovisuales y festivales online, que han resultado ser de gran apoyo psicológico y espiritual para millones de personas alrededor del mundo. Muchas de estas iniciativas han sido desarrolladas por artistas independientes, profesionales de gran valor para la sociedad quienes, en medio del cierre de teatros y compañías, utilizaron su creatividad para seguir adelante con sus diversas disciplinas, modelando nuevos formatos de expresión ligados a las redes sociales y nuevas tecnologías, que generaron la atracción de nuevas audiencias.
Dentro de estas nuevas e influyentes tendencias me parece valioso destacar algunas iniciativas que, por ejemplo, han puesto su objetivo en obtener referencias reales sobre los hábitos digitales y los efectos del confinamiento en el consumo cultural de las audiencias. Por otro lado, hay quienes han centrado su preocupación en mantener contenidos vivos de material audiovisual con producciones propias y/o extranjeras para no romper la cadena de oferta hacia sus públicos. Es que las audiencias culturales en digital, y principalmente online, han aumentado considerablemente desde la pandemia, lo que resulta ser un dato relevante que permite predecir el comportamiento de la gente en esta nueva realidad.
Las artes escénicas, enfrentadas a estos nuevos desafíos, han llevado a profesionalizar estas herramientas como parte de una tendencia internacional acelerada durante la pandemia, como por ejemplo, coreógrafos dirigiendo una gran cantidad de cortometrajes en formato remoto e híbridos, entregando nuevos y distintos contenidos a las distribuidoras de films, junto con la creación de nuevos Festivales de Cine. También vemos la utilización de Smartphones, RRSS y apps como Tik-Tok o Instagram, en las que bailarines profesionales publican de forma cotidiana, historias en las que muestran sus training y expresiones artísticas durante la pandemia, lo que sin duda genera cercanía y distensión para los espectadores de dichas redes. Incluso en Estados Unidos se creó la campaña de recolección de firmas #creditthecreators, que busca generar un beneficio económico por la reutilización de contenidos audiovisuales en las distintas plataformas, algo parecido al denominado royalty de los músicos en YouTube.
Es por esto que hago un llamado al consumo de nuevas plataformas online, para apoyar las iniciativas que con creatividad e innovación han apostado por encontrar formas de monetizar su trabajo y así ayudar a los artistas a paliar esta crisis. Observar cómo otros países han enfrentado esta coyuntura nos posibilita ver que la filantropía se vive en cotidiano, y la preocupación por apoyar a la cultura y sus artistas locales en momentos críticos muestra uno de los lados más amables que deja el contexto actual.