Lamentablemente, la obra “Loco”, de Natacha Belova y Teresita Iacobelli, tuvo una breve temporada en el Centro Cultural Corpartes, del 6 al 17 de abril. Una obra como esta debería llegar a la mayor cantidad de público posible, con la idea de difundir el delicado trabajo que hacen con el teatro de muñecos y la relectura de clásicos. Primero fue “Chaika”, premiada pieza que muestra a una vieja actriz en su última función dedicada a “La Gaviota”, de Chejov. Ahora es Gogol y su “Diario de un loco”, inspiración que ambas creadoras toman para dar vida a un personaje delirante.
La historia cuenta el día a día de un oscuro funcionario, Axenty Ivanovich Poprishchin que, frustrado por su falta de éxito y el amor imposible por la inaccesible hija de su jefe, se convence de que es nada menos que el rey de España. Pequeños detalles, que anota en su diario, revelan al lector su locura cada vez más galopante.
Natacha y Teresita sintetizan el texto dejando los pasajes más reveladores. Solo por momentos falta cierta tensión en la dramaturgia, que subraye el desquiciamiento de Poprishchin y su búsqueda de identidad. Lo anterior no es obstáculo para que la magia de la puesta en escena se concrete, minimice lo dicho anteriormente y lleve a los espectadores a ver un ser humano real en escena, y a sentir diversas emociones frente a su angustia.
La manipulación de Teresita Iacobelli y Marta Pereira es de excelencia. La primera maneja el muñeco de medio cuerpo que “encarna” al protagonista (es decir, lo lleva anclado a su cintura), y le da diversos movimientos con la participación deMarta. Ambas son sus manos y sus piernas, y hacen cosas increíbles como cuando cada una de sus cabezas se convierten en perritas y Poprishchin las acaricia. Las dos aumentan la estatura del hombre cuando gana cierta seguridad en su delirio, ambas logran que se convierta en una persona. Las manipuladoras desaparecen ante los ojos de la audiencia (vestidas de negro, con el rostro cubierto con cabello), para que Poprishchin se instale y sea único. Esa es la magia del teatro de muñecos, que nos convierte en niños y nos hace entrar en mundos impensados.
Poco a poco, a medida que avanza la obra, se van confirmando los desvaríos del funcionario. Primero parece solo algo excéntrico, pero la triste realidad de su incapacidad de pertenencia lo hace vivir en un mundo de enajenación.
Lo anodino de su condición, su mediocridad existencial se refleja en los colores de la puesta. Todo es en tonos café, no hay matices. Incluso el hermoso y gigante pez que ve en una alucinación es gris.
El escenario es presidido por una cama, donde Poprishchin va quedando atrapado. Sus mantas son elementos para recrear mundos, gracias a las manos seguras de las intérpretes.
Teresita y Marta realmente maravillan con sus dotes de manipulación, a lo que se suma la voz de la primera, que narra la historia y da matices a cada uno de los personajes. Pero hay más. Hay una mirada a la soledad, a la diferencia y el no pertenecer, que se cuela en el escenario y toca al público. El -por momentos- patético Poprishchin se convierte en un reflejo de nosotros, de nuestras dudas y nuestra búsqueda del ser.
“Loco” es una obra esperada, que confirma el talento de la dupla Iacobelli-Belova. Se agradece su interés por llevar al mundo del teatro de muñecos clásicos como Chéjov y Gogol, ya que la magia que logran al insuflar vida a los seres inanimados es un motivador espléndido para las generaciones más jóvenes. A eso se suma la dosis de reflexión existencial, que se lee en la poesía de la puesta. ¿Qué más? Solo que tenga otra temporada.