El pasado 7 de julio fue estrenada la obra “La infancia es la casa que habitaremos para siempre”, con dramaturgia de Carla Zúñiga inspirada en algunos cuentos de los hermanos Grimm y dirigida por Víctor Carrasco, como parte del Ciclo Teatro de la Palabra. Solo tuvo dos funciones presenciales en el remozado Centro de Extensión del Instituto Nacional (CEINA).
La dramaturga utiliza el imaginario colectivo de La Caperucita Roja, entre otros cuentos, junto a connotados artistas de la escena nacional como Manuela Oyarzún, Colomba Horta y Francisco Pérez Bannen, acompañados de egresados en actuación de la Universidad de Valparaíso (Jennifer Alvarado, Tamara Antilef, Joaquín Chaparro, Vicente Díaz, Abril Sandoval) y la participación audiovisual de Paulina Urrutia.
Para dar inicio al relato, los personajes se presentan como si viéramos un cuento de terror, desplazándose suavemente por el escenario de extremo a extremo dejando ver las características de cada uno: algunos niños, un par de adultos, un personaje enmascarado y otro cubierto con una capa.
El primer diálogo entre una madre y sus hijas es un texto atravesado por abusos e historias cruzadas, donde los hijos demandan atención materna y la madre reclama soledad y desapego. Con los personajes vestidos de negro y blanco, cual film de los años 20, el diseño quiere darnos una sensación de cuento de terror. Sin embargo, queda en evidencia la falta de experiencia en algunos de los actores recién egresados pues su presencia escénica es débil.
Así transcurre la obra, con actos separados por black out que hacen al público crear su propia historia según los diálogos que vemos. La luz y la sonoridad, unidos a una densa nube de humo siempre presente, crean atmosferas terroríficas que coinciden con textos llenos de sarcasmos, humor negro y escenas en clave gore.
El abuso de textos sin acción genera una monotonía que hace, además, brotar un acento cantado en las voces de los actores, un sonido que dibuja la misma curva en los diálogos como si se copiaran la forma de decir. Los actores consagrados solo tienen un par de intervenciones, donde desarrollan plenamente sus personajes, muy bien logrados, por lo demás: Oyarzún, un hada viciosa y desquiciada; Bannen el padre-lobo, y Horta en el papel de Caperucita.
“La infancia es la casa que habitaremos para siempre” nos recuerda a Los Locos Adams, donde la familia rompe los cánones de las buenas costumbres para hablar del abuso infantil desde la excusa de los cuentos de hadas.
Junto a este montaje el ciclo presentó “Mentes Salvajes”, que se estrenó con gran éxito vía Zoom en plena pandemia y posteriormente fue una de las obras más vistas de la última versión del Festival Santiago a Mil. Además, a 12 años de su debut, se repuso la aplaudida obra “La amante fascista” con la notable interpretación de Paulina Urrutia.