“El mar en la muralla”: verdad, emoción y teatro de excelencia

Una emoción sin estridencias, contenida y reconocible para toda la audiencia es la que se desprende de la atmósfera de la versión de Jesús Urqueta para “El mar en la muralla”, del dramaturgo chileno Luis Alberto Heiremans. La obra, en cartelera en el Teatro UC, es la segunda entrega del Proyecto Buenaventura que pretende montar la trilogía homónima del autor y que ya remeció al público y a la crítica con “Arpeggione”. Esta vez, la experiencia que el equipo realizador ofrece a los espectadores es el sumergirse juntos en la vida de una pareja, conmocionada -afectiva y económicamente- por la muerte de su pequeña hija.
Rebeca y Octavio, interpretados profunda y delicadamente por Claudia Cabezas y Nicolás Zárate, están sumidos en la paralización producto del dolor, y la angustia por pagar las deudas generadas por la enfermedad de su pequeña. Se ven distanciados como pareja y seres humanos, ensimismados cada uno en su propio vacío.
Pero algo cambia. Un elemento externo a ellos, simple y cotidiano, les devuelve la esperanza y los lleva a tocar de nuevo la vida. De a poco se tienden puentes el uno a al otro, recordando detalles que los unieron en el pasado, cuando eran felices. En este proceso de reactivación, como seres humanos unidos por el amor y por los sucesos que han vivido juntos, los intérpretes consiguen llevar de la mano al espectador en un viaje emotivo que no deja indiferente a nadie. Claudia y Nicolás se conectan por medio de detalles: el tono de la voz, una mirada, la manera de instalarse en el espacio uno junto al otro, las muecas que terminan en sonrisas.
Hay una verdad indesmentible en cada uno de sus gestos, que conecta con la totalidad de la propuesta dirigida por Jesús Urqueta, quien opta por la sencillez, el despojo y el relevar de las palabras, de la energía y de lo que cargan los cuerpos de los protagonistas.
Así, el diseño integral (Tamara Figueroa), el diseño sonoro (Marcello Martínez Zúñiga) y las visuales (trabajo de ambos), no hacen otra cosa que aportar capas de sentido a este retrato del diario vivir de dos personas comunes y corrientes. En el diseño, tal como en el trabajo actoral, no hay parafernalia ni efectismos sino un conjunto preciso de elementos que aparecen en el momento preciso, para trascender la simple mesa con las sillas donde transcurre la acción. Sucede con las visuales, con la música, la iluminación y el vestuario atemporal.
La mirada de Urqueta sumada al del resto del equipo rescata en este texto de Heiremans (publicado en 1962 junto a “Arpeggione” y “El año repetido”) todo lo que tiene de universal y común al ser humano de cualquier latitud. No hay fechas ni momentos históricos que condicionen la trama, sino que simplemente vemos a dos personas atravesando por un momento increíblemente actual: el dolor de la pérdida de un ser querido sumado a una crisis económica familiar, deudas y todo lo que eso repercute en una relación de pareja, en el amor y en la intimidad.
“El mar de la muralla” es un punto alto en la cartelera teatral, ya que consigue la emoción a través de una experiencia sensible modulada desde la excelencia del trabajo del elenco y del equipo en su totalidad. Imposible salir del Teatro UC. sin el espíritu remecido.

fotos Teatro UC.

Coordenadas
Teatro UC.
Hasta el 27 de agosto, miércoles a sábado, a las 20.30