“Medea”, clásico de los clásicos, escrito por Eurípides y releído muchísimas veces desde la literatura, el teatro y el cine, es una fuente inagotable de material para la creación contemporánea. Y en esta época, algunos de sus temas adquieren mayor visibilidad: la diferencia que representa la protagonista, una extranjera, distinta en figura y fondo a los habitantes de su lugar de residencia; y, por supuesto, el que sea mujer, un ser sin derechos y menos a vivir su particularidad. El Festival Internacional Santiago a Mil partió el 3 de enero con una versión joven del clásico, esta vez en manos de Stephie Bastías, responsable de una atractiva propuesta escénica que se ha convertido en su sello y que reafirma en este montaje.
Stephie trabaja su “Medea” a partir de un taller al que, junto al Teatro Camilo Henríquez, convocó a actores y actrices egresados recientemente a comienzos de 2023. En este camino la acompañó Roby Rebolledo, especialista en literatura y encargado de la adaptación dramatúrgica.
No está demás recordar la trama. Medea era una sacerdotisa/hechicera, hija de los reyes de Cólquida, lugar al que llega el argonauta griego Jason a reclamar el vellocino de oro. Flechada irremediablemente por Eros, Medea ayuda al griego a cambio de huir con él. Mata a su hermano (lanza sus trozos al camino para detener a los que los persiguen) y acude a sus artes mágicas para salvar a Jason y sus hombres.
Casados, se instalan en Corinto, donde viven diez años antes de que Jason acuerde con el rey Creonte dejar a Medea para casarse con su hija, la princesa Glauce. Medea siente el rechazo no solo de Jason, sino del pueblo, que no acepta su origen extranjero ni su manera de ser, dominante y nada sumisa.
Es entonces donde se desata el drama. Medea asesina a la novia y a su padre a través de regalos envenenados, y luego pone fin a la vida de sus propios hijos, dando inicio al llamado “síndrome de Medea”.
En la versión de Roby Rebolledo, el contexto social surge con fuerza, poniendo en juego los conceptos de pueblo, democracia, autoritarismo y política, al tiempo que refuerza la idea de que uno de los karmas de Medea es el ser una migrante. También enfatiza el género: una mujer no puede, y no debe, revelarse; menos una extrajera. Por eso Jason le hace ver espantado que una griega jamás habría hecho lo que ella, que una griega tiene sus límites, sus códigos.
El texto de Rebolledo actualiza el lenguaje pero conserva no solo la historia sino también su fuerza, que sigue resonando en los espectadores. Utiliza al coro, además, elemento que representa a todos y todas, y ayuda al fluir de los acontecimientos.
Un elenco de diez jóvenes actores y actrices encarnan a los y las protagonistas de la tragedia. Del grupo, trabajado coreográficamente, surgen los personajes principales. Medea, Jason, Creonte y su hija Glauce. Ellos y ellas están solos en un escenario vacío, serán sus cuerpos la materialidad que construye los diversos espacios de la obra.
El comienzo es impactante, en medio de una fiesta o de una noche de disco, con bailes y coreografía, Jason abandona a Medea por Glauce. La música fuerte, los cuerpos, las voces que se elevan, convierten en un punto alto esta partida. Los corintios visten de negro y blanco, predominando el negro. Medea y Jason en los mismos colores pero con predominio del blanco.
Medea es encarnada por Maite Pino, quien despliega una amplia gama de matices actorales. Su interpretación trasciende lo generacional para ubicarse en un personaje atemporal y sin edad. Sus manos, sus ojos, su voz, conmueven y espantan al mismo tiempo.
A su lado está Jacob Reyes como Jason, quien asume el personaje desde su juventud situándose en un plano distinto al de Medea. Ese estar en lugares diferentes es algo que enfatiza la Otredad de la protagonista,. Jacob recrea muy bien la fatuidad de Jason, pero se echa de menos una caída más aguda cuando mueren sus hijos.
El trabajo grupal es coreográfico y preciso, tanto en la instalación de los cuerpos en el espacio como en el habla. No hay tropiezos ni ripios, se nota el ensayo, la repetición, el trabajo. El estilo se vestuario es actual, de medias negras caladas, faldas cotas y tops rasgados. También aparece el toque queer.
Roby Rebolledo también está a cargo del espacio sonoro, lenguaje escénico que refleja la turbulencia de la tragedia y le imprime un ritmo contemporáneo. Por supuesto, el toque gore propio de Stephie Bastías aparece en momoentos clave, despegándose de lo dramático y poniendo una distancia que ayuda a la reflexión del espectador,
“Medea”- de Stephie Bastías y Roby Rebolledo- debe volver a la cartelera este 2024, para que públicos de todas las edades puedan experimentar la vigencia y la larga vida de esta obra.
Coordenadas
12 de enero en Festival de Teatro Juan Radrigán
Quilicura