Teatro a Mil: Memoria, homenaje y precisa mezcla de lenguajes en “El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca”

Imposible no emocionarse con “El Mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca”, de Alberto Conejero y Xavier Bobés, autores y codirectores. Y hay muchas razones para esa emoción: porque habla de la vocación de enseñar contra viento y marea, porque tiene una puesta en escena lúdica, llena de evidencias de una vida truncada; porque el asesinato ideológico siempre es doloroso, venga de donde venga. En fin, hay muchos porqués sumados a la magia inexplicable del teatro.

Conejero y Bobés se inspiraron en la corta vida de Antonio Benaiges, docente catalán que decidió enseñar en el lugar más apartado y rural posible. Así llegó a Bañuelos de Bureba, donde puso en marcha el método Freinet, utilizando una imprenta y creando revistas con sus alumnos y alumnas. Títulos como Gestos, Recreo, Folclore, y El Mar, visión de unos niños que no lo han visto nunca, permitieron que niños y niñas expandieran sus horizontes reflexivos más allá de campo y el trabajo duro. También usó un gramófono, comprado por él, al igual que la imprenta.
Militante socialista, Benaiges era un convencido de que la educación es un elemento de cambio. En julio de 1936, días después del comienzo de la guerra civil española y justo cuando el profesor había prometido a sus alumnos llevarlos al mar, fue detenido por las fuerzas falangistas, asesinado y desaparecido. Muchas de las revistas creadas resultaron destruidas, por miedo, pero también algunas permanecieron escondidas, como mudos testigos.
Hace algunos años que el quehacer de este maestro ha sido investigado y reconocido. En la escuela de Buñuelos hay un pequeño museo, se hizo una película y dos obras de teatro. Su labor, que se truncó a los 33 años, habla desde el pasado gracias a su familia, que conservó los rastros de su vida, y de documentalistas deseosos de reconstruirla, como Sergi Bernal, que asesora esta puesta.

“El Mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca” se construye a través de diversos lenguajes escénicos. El dramaturgo Alberto Conejero (“La piedra oscura”) escribió un texto combinando palabras del maestro y de las revistas escolares, con su creación. Hay poesía, una poesía transparente, sin emotividades obvias, que recorre los hechos a través de un narrador/recreador, encarnado por el actor Sergi Torrecilla.
A la palabra se le suma una precisa y sorprendente manipulación de objetos en escena, a cargo de Xavier Bobés, quien revive en clave de teatro documental los años de maestro de Antonio Benaiges. Hay mil y un detalles que vemos a través de un cámara de mano: fotografías de época, una imprenta escolar como las usadas en esos años, cuadernos conservados y otros perfectamente reproducidos. También vemos una pizarra y pupitres escolares que generan una escenografía móvil.
Los objetos hablan por sí solos. De pronto surgen animaciones desde las cosas, dándoles mayor vuelo en absoluta conexión con el espacio escénico.
Sergi Torrecilla, ataviado con un pantalón de corte antiguo y una camisa roja, narra e interpreta al protagonista. Habla al público, también a sus alumnos, reflexiona en voz alta, poco a poco va encantando a sus escuchas. Como Antonio, su apasionamiento por la docencia seduce a todos y todas, su idealismo, su búsqueda, su entrega al ciento por ciento. La presencia del actor es carismática, precisa y sin excesos, dialogando con los mágicos artilugio de Bobés y diciendo cada frase con un sentido claro, siempre en el registro necesario.

Alguien podría decir que la mirada al trabajo del maestro Antonio Benaiges omite las zonas oscuras y ensalza los ideales de la República. La verdad es que “El Mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca” es un homenaje a la forma en que Benaiges se relacionó con la sociedad en que le tocó vivir. Y no cabe duda de que su manera es épica, jugada e inspiradora, sobre todo en medio de la liquidez contemporánea.
El momento del asesinato es un golpe bajo, emotivo sin desbordes y tremendamente desgarrador, pero en el contexto de la puesta en escena va más allá de Franco: se trata del dominio a través de la violencia, de la censura al Otro a través de la muerte,
Al final, la silla vacía en medio del escenario lo dice todo.