Daniel Alcaíno y Trinidad González interpretan clásico de Albee en el Teatro Nacional

Hasta el 1 junio la Sala Antonio Varas (que este año cumple 70 años de funcionamiento) recibirá un clásico del cine y el teatro. Se te trata de “¿Quién le teme a Virginia Woolf?” (en inglés Who’s afraid of Virginia Woolf), obra escrita por Edward Albee que desde su título esconde una serie de juegos y pasajes imbricados que se disfrazan de simpleza y cotidianidad.
La cuestión de los límites ha rondado el ejercicio de las artes escénicas desde siempre, así como también la cuestión del reflejo, el espejo de la sociedad que juega a ser el teatro. Estas son cuestiones básicas, tanto como lo son las dinámicas de pareja que trae esta obra.
La decisión de volver a “los básicos del teatro” —los must o los clásicos— con “¿Quién le teme a Virginia Woolf?” sitúa a las y los espectadores en el problema de aquello que normalizamos, pero que en el fondo esconde el desarrollo de un mundo casi insoportable.
Cristian Keim, director de la obra, explica que esta puesta en escena nace, ya que por sobretodo es una dramaturgia que se ajusta a la época y cobra sentido “[…] porque que toca temas como la idea de la ficción permanente, la inestabilidad en la realidad que vivimos, en la que estamos desarrollando nuestras vidas y que a nosotros nos hace mucho sentido al mirar el contexto de noticias falsas e informaciones con las que el mundo se nos vuelve súper inestable y no sabemos en definitiva cómo vivir y cómo se van construyendo ciertos refugios, y aquí —en ¿Quién le teme a Virginia Woolf?— tenemos a una pareja adulta que juega a una ficción al interior de su departamento, de su vida, con la que se ayudan a encontrarle un poco de sentido a seguir parados en este mundo”.
Y las quimeras a su vez se ven en la encrucijada el encontrarse con las nuevas generaciones. Para Nicole Vial, actriz del elenco, quién interpreta a Honey “[…] esta obra es un encuentro entre dos visiones de mundo, de vivir, del éxito, que funciona como una brújula sobre aquello que queremos y no queremos vivir y quién le tiene miedo a ello”.
Ser infinitamente honestos
La obra invita a un acto que puede ser bastante crudo de mirar. Cuáles son los niveles de realidad con los que nos estamos vinculando con nuestra propia vida, siendo brutalmente honestos y observar los niveles de realidad de nuestros vínculos, trabajos, el éxito, y desnaturalizar la vida construida para observar con el riesgo de perderla” comenta Vial.
Y esta brutal honestidad inmediblemente se traslada al cotidiano de quienes hoy trabajan para montar “¿Quién le teme a Virginia Woolf?” ya que, según Keim: “[…] De alguna manera es un poco duro. A veces nos vamos con una sensación súper triste de los ensayos, de lo que estamos viviendo, porque todo termina ocurriendo en los cuerpos, pero nos parece que definitivamente es fundamental montarlo. Nos abre a una reflexión (tanto a los que se pueda considerar de una generación u otras) de cómo nos estamos entendiendo y cuál es la realidad que estamos entendiendo, la realidad efectiva que estamos viviendo y si vale la pena modificarla y si hacia dónde”.
Y agrega “Yo hace muchos años creo que el lugar de mayor honestidad en el mundo (y lo creo por deformación profesional) es un escenario. Eso es lo que le —pasa usual y personalmente— a las personas que trabajan haciendo teatro, porque claro, hacia afuera puedes actuar de múltiples maneras acorde a la sociedad, mientras cumples un determinado rol que ésta quiere de ti. En el escenario se instalan otras reglas y, por lo tanto, es un espacio de libertad, donde las personas que intervienen (no los personajes) pueden en definitiva hacer lo que quieran”.
Es así como la apuesta que hace el TNCH con Virginia Woolf se posiciona desde la libertad de una niña o niño sin moral, sin una educación cultural encima, donde — en palabras de su director— se puede ser infinitamente honesto, lo que en consecuencia sería el valor de esta puesta en escena, ya que “una persona arriba de un escenario es tan básico, tan fundamental, tan arraigado que permite mantener vivo lo que hacemos”.
¿Who is afraid of Virginia Woolf?
¿Cómo es posible conectar los conceptos del miedo a una figura que, hoy, se vincula de manera orgánica a la liberación, las conquistas de la autonomía y la disputa de espacios simbólicos?
En 1962 Edward Albee lo hizo, aun cuando Virginia Woolf no se posicionaba como una referente feminista. Pero el arte es así, en cierta forma, logra adelantar el pensamiento a través de la imaginación de otros mundos posibles. En este caso un mundo donde, precisamente, es la verdad vertida por la autora y ensayista la causa del miedo incontrolable, el mismo que experimentan los tres cerditos ante la figura del lobo y que fue expandido al imaginario popular por Disney en 1933 a través de la canción “Quién le teme al lobo feroz”. Un lobo que hace “WOOLF, ¡WOOLF, WOOLF!”.
Cabe destacar que la traducción de la ensayista Pilar Serrano priorizó el titulo sin el nombre de la autora feminista conservando la propuesta “¿Quién le tiene miedo al lobo?”. Este 2024 la decisión de poner el nombre de Virginia Woolf responde al reconocimiento que hoy adquiere la figura de la novelista como un ineludible referente de la emancipación feminista a través de crudo relato y desenlace.
Así las cosas, cabe preguntarse ¿Quién le teme al lobo/Virginia Woolf?, porque no es fácil anteponerse al desafío de hablar con honestidad, pero así lo hizo Elizabeth Taylor en la pantalla grande, ya que después estreno y montaje de la obra, esta fue llevada al cine bajo la dirección de Mike Nichols, en 1966. Con ello, la popularidad de los dos matrimonios que protagonizan la obra se extendió y hoy es una obra obligada en la programación clásica de cualquier teatro.
En Chile, por su parte, la puesta en escena se llevó a cabo por primera vez tan solo dos años después de su estreno mundial. En 1964 Agustín Siré dirigió su propia interpretación en la obra y las de María Canepa, Sergio Aguirre y Silvia Santelices con el diseño escenográfico e iluminación de Óscar Navarro y el vestuario de Bruna Contreras. La traducción de Pilar Serrano respetó los tres actos que tiene, los mismo que este 15 de mayo abrirán la temporada de producciones TNCH.

Ficha artística
Dirección: Cristian Keim | Dramaturgia: Edward Albee| Traducción: Pilar Serrano| Elenco: Daniel Alcaíno, Trinidad González, Nicole Vial, Felipe Zepeda| Diseño escenografía y vestuario: Pablo Núñez | Composición musical: Alejandro Miranda | Diseño de iluminación: Kristian Orellana | Asistencia de dirección: Catalina Rozas | Realización escenográfica: Ricardo Gutiérrez| Realización de vestuario: René Riegga y Olivia Bustos |Producción: Teatro Nacional Chileno | Fotografía: Felipe PoGa| Diseño gráfico: Alonso Morales| Teaser: Sebastián Carez-Lorca|

Coordenadas
Del 15 de mayo al 1 de junio miércoles a sábado
19.00 horas
Teatro Nacional Chileno, sala Antonio Varas ( Morandé #25, Santiago, Metro U. de Chile)
$8.000 Entrada general
$5.000 Estudiantes, tercera edad y clientes Banco Estado*
$3500 Estudiantes y funcionarios UChile (Presentando TUI)*
$4000 Personas con discapacidad (Presentando credencial)*
(+ cargo por servicio).
***Valores especiales para compras presenciales en la boletería del teatro (Morandé #25).