“Es por amor”: buena mezcla de recursos en nostágica puesta en escena

Con gran potencia, “Es por amor, el musical de rock latino” propone una puesta en escena colorida, muy musical y diversa por el uso de técnicas audiovisuales de televisión, cual telenovela de los años 80. Se entrelaza el concierto con el teatro porque no es un musical, los actores no cantan la historia, si no que utilizan las canciones de esa década para enfatizar y contextualizar el relato.
La productora teatral Cultura Capital (“Avalancha”, “Quédate conmigo”, “Morir de amor,” “Vivo por ella” y “Las Madonnas”), es la encargada de trabajar el montaje. Con 16 años de trayectoria esta vez nos sorprende con una liviana y entretenida historia que se sustenta en un programa de radio a fines de la década de los 80, donde los auditores pueden llamar para contar sus romances. La “locutora del amor”, de la 93.2 fm (Vivianne Dietz), es la encargada de escuchar y discjockear cada una de ellas.
Una escenografía que emula una calle con luminarias y edificios lleva a reconocer espacios capitalinos, pues aparecen los letreros lumínicos de Parque Bustamante. Además, con un escenario giratorio, vemos diferentes lugares donde trascurren las tramas. Tres pantallas gigantes colaboran con la información visual.
Con guiños en el presente, la dramaturga entrelaza de buena manera tres historias de amor y una playlist ochentera cargada de ritmo y emoción.
La primera historiaestá protagonizada por dos adolescentes: él, un joven rockero amante de la música y la aventura (José Antonio Raffo), conoce a una chica humilde y trabajadora de un restorán (Josefina Fiebelforn) a quien invita a conocer la ciudad y hacerla parte de su locura. Ambos con grandes voces interpretan canciones tales como “La voz de los 80´s”, “Paramar”, “Estrechez de corazón”, entre otras. El virtuosismo de estos actores sobresale por su amplio repertorio vocal, destreza en el movimiento e interpretación de instrumentos musicales. Josefina destaca por su calidad vocal y en el baile que suma a la propuesta.
La segunda, protagonizada por Francisca Imboden y Rodrigo Soto, nos muestra un matrimonio clásico trabajador, donde el esposo labora fuera de casa todo el día mientras su esposa cría. Pues bien, el conflicto aparece cuando ella quiere independencia económica y ambos comienzan a defender sus posturas. Con total profesionalismo, ambos muestran sus experiencias pues es aquí donde la actuación televisiva aparece por el uso de cámaras cuyas imágenes se proyectan al fondo del escenario. Sin embargo, lo teatral, es decir su gestualidad escénica, pierde un poco de fuerza para el espectador de la sala. Ellos no cantan.
La tercera trama, la más emotiva, es la historia de amor de dos adultos mayores (Héctor Noguera y Maricarmen Arrigorriaga) quienes deciden casarse a sus largos años. Junto a ellos, su nieta (Monserrat Ballarín) complementa el suceso con su propia narración. Ella es quien aporta lo musical en esta parte interpretando un par de canciones que deben ser apoyadas vocalmente por la banda.
La emoción se toma esta parte y tanto Tito como Maricarmen son hábiles en aquello dejando en escena toda su experticia teatral y televisiva.
En la dramaturgia de Claudia Hidalgo y la dirección de Paula Barraza existe un coherente desarrollo de la obra que logra unir las canciones con la estructura dramática, de manera tal que el espectador puede incluso descansar entre cuadro y cuadro, escuchando un show musical en vivo para luego continuar, sin perder el desarrollo de la obra.
No podemos dejar de mencionar a la banda compuesta por Maite Rojas en batería, Gabriel Ramnsy en bajo, Felipe González en teclado, Celeste Shaw en voz y Juan Pablo Ortega en la dirección y guitarra-teclado, grupo que aporta toda la ambientación y musicalización al montaje. Sin ellos la historia se vuelve trivial, pues es en la música donde finalmente se sostiene todo.
El diseño escénico a cargo de Rocío Hernández está lleno de detalles de época, elegidos con especial cuidado para evocarnos el año, en conjunto con el vestuario, peinado y maquillaje que son muy característicos como las hombreras, el uso de laca, los maquillajes recargados, las bicicletas mini, las zapatillas North Star, televisores con antena, la bebida cola Free y así muchos otros que hicieron reaccionar con risas y comentarios de recuerdos entre el público.
Un gran karaoke de los asistentes completa el resultado de la aplaudida y entretenida propuesta que llena la sala del Teatro Municipal Las Condes, a pesar de algunos temas musicales con un tinte político que podrían ser contradictorios para el lugar geográfico donde está emplazada.
Cultura Capital definitivamente suma puntos con este montaje que, aunque propone temas como el amor con una mirada simple y poco novedosa en las narrativas, el público no deja de sentirse reflejado con la época, la historia y claro, la banda sonora, que además se puede descargar en Spotify.