“Kiltras” es una obra multidisciplinar que, a través del humor y la tragedia, indaga en los vínculos afectivos que los humanos establecemos con los perros. Presentada en Matucana 100, esta pieza se caracteriza por un enfoque innovador que mezcla la danza, el canto, el gesto y la acción performativa, componiendo un “stand-up dance” que invita al espectador a reír, reflexionar y, sobre todo, sentir.
Desde el primer momento, la obra nos invita a reconocer el cómo vivimos el cariño a los perros en nosotros mismos, contando experiencias de la convivencia con las mascotas generando una conexión con lo que implica cuidar, amar y convivir con los cuerpos animales. Aquí, el cuerpo no es solo una entidad estética, sino un vehículo de emociones: más importante que la apariencia, lo que se resalta es el afecto. Este sentimiento, tan sencillo y profundo, se convierte en el motor de la obra.
La obra propone interacción directa con el público, lo hace participe de las escenas convirtiéndolo en un participante más de este funeral, invitado a un ritual donde las intérpretes Jenniffer Alegría y Daniella Soto lloran y ríen ante la muerte de un ser querido. Aquí, las emociones se despliegan entre lo trágico y lo cómico, mostrando el balance que refleja el ciclo emocional del duelo. “Kiltras” transita entre la tristeza y la risa, logrando que el espectador se enfrente a su propio entendimiento del amor y la pérdida.
Uno de los aspectos más destacados de la obra es su capacidad de fusionar la danza con elementos performativos propios del stand-up comedy. Este estilo, poco explorado en la escena contemporánea, permite que la obra mantenga un tono accesible y cercano, sin perder la profundidad de su mensaje. Resulta innovador y muy interesante para la danza crear esta atmosfera de interrelación con en público, en donde se destaca la cualidad de las intérpretes para mantener una actitud presente y abiertas a cualquier particularidad de un stand up, en donde podrían surgir momentos de improvisación dando lugar a recorridos inesperados de la obra.
A través de gestos exagerados, monólogos irónicos y escenas tragicómicas, las intérpretes logran tejer una narrativa rica en matices que conecta con el público desde la risa, pero también desde el reconocimiento de lo que significa convivir con seres que dependen de nuestro afecto.
El canto, el gesto y la performatividad corporal son esenciales para crear esta atmósfera, brindando momentos de intimidad y vulnerabilidad que contrastan con la energía frenética del resto de la obra. La versatilidad de las interpretes permiten que las transiciones entre estos lenguajes se sientan naturales y orgánicas, contribuyendo a la fluidez de la narrativa. A través de una estética híbrida y un lenguaje corporal enérgico y emotivo, la obra nos recuerda la importancia de los vínculos afectivos y el poder que tienen para transformarnos.