“La Bella Durmiente”: un desafío cumplido con algunos pendientes

“La Bella Durmiente” es uno de los cuentos más conocido de Charles Perrault y, como todo cuento, posee una mirada adulta bajo la narración que tiene como centro a la Princesa Aurora, quien duerme cien años por la maldición de una bruja que no fue invitada a su bautizo. En 1990 debutó en su versión en ballet, con música de Piotr Ilich Chaikovski y coreografía de Marius Petipa. Desde entonces, coreógrafos y coreógrafas de diferentes períodos históricos han revisado esta creación, conocida por sus dificultades técnicas para sus protagonistas,
Este 2024 la figura de danza internacional Marcia Haydée , y exdirectora del Ballet de Santiago, regresó a Chile para remontar su versión del clásico cuento, acompañada de la exétoile de la Opera de París Marie-Agnès Gillot, en el marco del convenio de la institución francesa con el Ballet de Santiago.
La versión de Haydée debutó en Santiago en 1993, apenas unos años después de que fuera estrenada en 1986 en el Stuttgart Ballet. La brasileña releva el protagonismo de Carabosse, hada mala o bruja, cuyas exigencias en la escena son altamente dramáticas, acompañadas de un lenguaje dancístico que roza lo contemporáneo. Personaje andrógino o tal vez no binario, requiere de un intérprete de gran fuerza y proyección teatral.
El ballet -desarrollado en 3 actos- narra el devenir de la princesa Aurora, a cuyo bautizo no fue invitada Carabosse y por lo que esta la condena a morir luego de pincharse un dedo con un huso a los 16 años. El hada Lila, acompañada de seis hadas más, consigue cambiar la muerte por una siesta de una centuria. Los años pasan y, pese a que los husos están prohibidos en todo el reino, el cumpleaños número 16 de Aurora el hada mala se ingenia para entregarle a la princesa un ramo de flores donde se esconde el elemento punzante. La princesa se pincha el dedo y todo el reino se sumerge en un profundo sopor.
Después del largo sueño de un siglo, el príncipe Desiré despierta a la durmiente con un beso. En el tercer acto, Aurora y Desiré se casan, con una fiesta donde participan personajes de otros cuentos, como Caperucita roja y el lobo, el pájaro azul, Cenicienta, el Gato con Botas y la Gata Blanca.
En esta oportunidad solo pude ver dos elencos de los cinco programados: con la primera bailarina Katherine Rodríguez y la étoile de la Ópera de País Bleuenn Battistoni, como Aurora. Las otras intérpretes que incursionaron en el rol fueron las venezolanas Laleska Seidel y Ethana Escalona, y la argentina María Lovero.
Emmanuel Vázquez fue el Príncipe Desiré en ambas funciones, y Gustavo Echevarría interpretó a Carabosse.
La coreografía de Marcia Haydée enfatiza la lucha entre el bien y el mal en las figuras del Hada Lila (Ethana Escalona y Deborah Oribe en las funciones que pude ver) y Carabosse (Gustavo Echevarría), en un contraste profundo en técnica e intenciones. El hada es clásica, etérea, de bellas líneas y serenidad a toda prueba, en tanto Carabosse es un ser oscuro, indefinido en cuanto a género, que representa la envidia, el egoísmo y la venganza.
Echevarría estuvo perfecto como el hada malvada. Teatral y técnico a la vez, copó la escena con sus saltos y su expresividad. Su aparición al final, después de que el amor aparentemente ha triunfado, deja la puerta abierta a una visión más contemporánea de cuento.
Katherine Rodríguez y Bleuenn Battistoni fueron dos princesas Aurora de espíritu diferente. La chilena, con gran expresividad en su rostro, creó una princesa más juguetona y adolescente. La francesa fue más contenida y romántica, con un temperamento menos chispeante.
En lo técnico, ninguna de las dos logró el Adagio de la Rosa -lo más lucido del cumpleaños número 16 de Aurora- donde la princesa debe hacer un balance en attitude (equilibrio en una pierna, con la otra levantada y doblada en la rodilla) con cada uno de los cuatro pretendientes, para luego terminar en un promenade ( la bailarina se mantiene en punta sobre una pierna mientras el bailarín la sostiene, mientras camina alrededor de ella y la gira sobre su eje).Temblores en el soporte e inestabilidad fueron sorteadas con desplante, aunque el público más entendido notó la falta de seguridad de ambas intérpretes en ese pasaje del ballet, famoso por su dificultad.
Rodríguez hizo gala de bellas líneas y un movimiento de manos en que se reconoce el trabajo con Marie-Agnès Gillot. Y Battistoni lució toda la elegancia de la escuela francesa en brazos y piernas de gran proyección y una cierta languidez que aporta romanticismo
Junto a ellas, Emmanuel Vázquez fue un impecable Príncipe Desiré técnico y expresivo a la vez, fluido y cómodo en los grandes saltos, delicado y preciso en las caídas. Buen partenaire, siempre entrega seguridad a sus bailarinas.
En la fiesta de matrimonio del último acto destacaron el Pájaro Azul de Felipe Arango y su compañera Florina, interpretada por Laleska Seidel. Además, de la Gata Blanca de Lorena Borja y el Gato con Botas de Hernán Montenegro.
Las hadas de ambos elencos, en cabezadas por Lila, mostraron solvencia técnica. Tanto Ethana Escalona como María Lovero
En cambio, se vio cierta pesadez e imprecisión en Cristopher Montenegro, como uno de los pretendientes de Aurora.
El cuerpo de baile funcionó bien, afiatado y con la dosis precisa de teatralidad que permite crear atmósferas. Lo mismo que la participación de todo el Ballet de Santiago en la producción. La escenografía y el vestuario, de Pablo Núñez, aportaron la belleza y grandiosidad que se espera de un clásico.
En esta versión es Carabosse quien despide la obra y deja la sensación de que su presencia maligna no ha sido vencida.

fotografía Patricio Cortés