“Noche de Reyes”, en la versión del director Rodrigo Pérez, es una de esas obras que logran una musicalidad interna que permite que el viaje del público sea fluido, gozoso y sin tropiezos. Por eso este montaje resulta ideal para celebrar los 70 años de Teatro Nacional Chileno en la Sala Antonio Varas, con la misma obra y el mismo texto con que se inauguró el espacio ubicado en Morandé 25.
El afiatado elenco -formado por Diana Sanz, Roxana Naranjo, Francisca Márquez, Jaime Leiva, Francisco Ossa, Marco Rebolledo, Marcelo Lucero y Nicol Vial-se apropia de la comedia de Shakespeare y de la traducción de León Felipe (1953) desde el hoy, que aparece en sutiles y bien dosificadas intervenciones al texto con palabras del cotidiano chileno, y en la inclusión de acordes de un conocido tema del cantante Juan Gabriel.
La trama de equivocaciones se relaciona directamente con la muy contingente problemática de género, ya que la trama se detiene en dos hermanos mellizos, Viola y Sebastián (ambos interpretados por Francisca Márquez), que naufragan en una tormenta separándose sin saber el uno del otro. Fuera de peligro, Viola decide travestirse y llamase Cesario, identidad con la que entra a trabajar para el duque Orsino (Jaime Leiva).
En tanto, Sebastián es rescatado de las olas por Antonio, un adversario del duque y se dedica a recorrer la ciudad.
Viola se enamora del duque, pero este no solo la ve como Cesario sino que además ama a Olivia (Roxana Naranjo), quien lo repudia porque está de luto. Orsino envía a Viola/Cesario con cartas de amor para Olivia, pero ella cae rendida ante la travestida muchacha.
La puesta se desarrolla en un espacio donde se ve la trastienda del escenario (despojado y con muy pocos elementos), los actores visten de negro y cada uno de ellos es también un bufón. A la manera de la época shakesperiana, siempre los intérpretes están presentes y la vista de los espectadores. Si no actúan, están sentados en sillas.
Estas características, que abre el oficio del intérprete a los espectadores, los convierte en testigos de lo que sucede, además de protagonistas. En este punto hay una reflexión en torno a lo que significa actuar o hacer teatro, que es una constante en el trabajo de Rodrigo Pérez.
El director elige a las actrices y actores precisos. Diana Sanz interpreta a la dama joven al servicio de Olivia, con sus 86 años, desparpajo y ligereza. Roxana Naranjo, como Olivia, hace gala de todo el talento que le conocemos para pasar de la dama arisca a la coqueta enamorada. Francisca Márquez se luce como los hermanos Viola/Cesario, con un trabajo corporal que la mimetiza con ambos y un fraseo que permite que cada palabra resuene. Jaime Leiva interpreta a Orsino mostrándolo como un petimetre intenso y afectado, riéndose un poco de los poderosos nobles.
Francisco Ossa, Marco Rebolledo, Marcelo Lucero y Nicol Vial pasan por diversos personajes a lo largo de la obra, constituyéndose en un aporte indiscutible para el desarrollo de la acción por su versatilidad y carisma.
Las excelentes actuaciones y la asertiva dirección permiten que el texto, en verso libre, de León Felipe, se escuche fuerte y claro al punto de seducir a los espectadores. En este contexto, las incorporaciones del habla popular y la música de Juan Gabriel se convierten en un recordatorio sutil de que estamos en Chile del siglo XXI.
El diseño integral de César Erazo, y la composición musical de Guillermo Ugalde colaboran a la creación de atmósferas y paisajes que recorre la obra. Su trabajo detona la imaginación de los que observan, y permiten que esta “Noche de Reyes” sea una experiencia gozosamente multisensorial.
Hoy 30 de noviembre es la última función, pero la obra regresa entre el 16 y el 18 de enero en el contexto de Teatro a Mil. Y no hay que perdérsela.