“Nube” : Una experiencia seductora

Anoche tuve el privilegio de ir a ver “Nube” del coreógrafo nacional José Luis Vidal en el Teatro CEINA, en Santiago Centro. Siempre que voy a ese espacio me trae memorias de cuando era adolescente y jugábamos con mis compañeros de colegio (Instituto Nacional) en las “catacumbas”, como se conocía a todo lo que ahora es el centro cultural que recibe esta nueva versión. Debo compartir, además, que me quedé al conversatorio del final, así es que tengo más spoilers e información que un espectador que solo va a ver la obra.
La experiencia es seductora desde su título, “Nube”, y es una de las expectativas a cumplir: cómo habrán entretejido el espectáculo para llevarnos a esa humedad, a esa ecología de los vientos, las transformaciones, y a ese mirar al cielo viendo las nubes pasar que todos hacemos en nuestra niñez. La obra de danza podríamos decir que se divide en tres etapas, todas filtradas o enmarcadas por un obturador de cámara, una sensación alargada del espacio que llama mucho la atención, especialmente porque los cuerpos están recortados por un largo iris rectangular que se expande o contrae dependiendo de lo que se quiere meticulosamente mostrar en el espacio escénico, casi cinematográfico. Algo que hay que notar es que nunca vemos los pies de los bailarines, algo muy peculiar en danza, que me mantuvo en tensión todo el tiempo.

Desde este enmarcamiento de lo que se compone con los cuerpos, el movimiento, el espacio y el diseño, el trabajo se abre desde la lentitud y las sutilezas. Hay una intencionalidad en los movimientos de mostrar esos detalles en estos cuerpos casi divinos, oníricos, líricos, que de alguna manera atraviesan el espacio como capas llevadas por el viento, por las corrientes de aire tibias y frías. Vemos una larga franja cruzando la boca del escenario por donde nos permiten observar, como espectadores, esta composición de colores pasteles, transparencias y maneras afectadas, que nos sugieren querubines, ángeles moviéndose entre el humo del escenario y la esencia que flotaba en la sala, algo intencionado por parte del trabajo como una experiencia que, además, apela a otros sentidos. En toda esta primera parte vemos la cualidad de los movimientos y la trayectoria del coreógrafo para componer algo tan bello como “Nube” lo es, desde esa experiencia estética que nos recuerda el ballet y otras épocas: lo bello, lo volátil, lo romántico, los suspiros, el encantamiento, la magia; en resumen, el romanticismo puesto en movimiento.

En la segunda parte, vemos que hay una estructura coreográfica más compleja, donde hay dos o tres grupos intervenidos siempre por un “solo”, reaccionando activamente a la música y a las estructuras de movimiento que los intérpretes ejecutan virtuosamente. Es en esos “solos” donde yo, como espectador, pude reflexionar y pensar sobre la danza; sobre el esfuerzo que significa mantener ese cuerpo de intérprete ágil, rápido, suave, sutil, activo, pero sobre todo, ese cuerpo consciente del grupo, de la música, del espacio y del propio ser humano que recorre esa coreografía cada vez que la ejecuta. Interesante es ver las diferencias entre los intérpretes, percibir cómo cada uno puede aportar al trabajo de manera independiente o grupal, desde la agilidad y sus técnicas individuales, así como el aporte al trabajo de Vidal, que se hacen visualmente y físicamente coherentes en esta ecología de los vientos y las humedades propuesta, que Natalia Puschel (asistente) nombra como tecnologías.

La última parte, desde donde yo lo experiencié, es el desarrollo del grupo como tal, como una nube que se disipa y se vuelve a armar constantemente. Ahora, lo difícil era lograr que esa disipación y volver a rearmarse no se transformara en solo una repetición, sino volver a encontrar una novedad, presentarlo una y otra vez sin agotar el recurso. En este sentido, creo que el equipo total está muy consciente de esta tensión binaria entre armar y desarmar, que tiene que ver también con abrir y cerrar el iris del espectáculo y con el mostrar y no mostrar. Para sacarnos de ese binarismo moderno, el aporte y la expansión de este trabajo, para mí, lo resuelve la música y el aroma; la esencia aromática, olfativa, cruzada con la música digital sintetizada son cruciales. Son estos dos puntos de fuga donde el trabajo se expande a un lugar más abstracto, y dejamos de ver solo lo bello, dejamos de ver lo escénico, abandonamos, de cierta forma, el virtuosismo del movimiento y dejamos de ver esos cuerpos, ese espacio recortado. Comenzamos a imaginarnos nosotros mismos como espectadores dentro de esa nube; entonces, ahí especulamos, y el trabajo se hace abstracto, se complejiza y se actualiza.

Dentro de los 30 años de trayectoria de la compañía de José L. Vidal, sus creaciones ya habían superado ese ámbito de lo moderno para instalarse desde un modernismo e incluso desarrollarse en el futuro de las artes escénicas, donde el espectáculo como experiencia escénica es una invitación sinérgica de vivir algo juntos. Creo que, en sus propias palabras al final, en el conversatorio, Vidal confirma que este trabajo para él es diferente a los últimos que ha hecho, por su frontalidad desde el público y desde la dificultad de los propios intérpretes de estar sin contacto con la audiencia, inmersos en esa nube de humo y luz detrás del marco de la escenografía. Más valioso aún es el aporte de los intérpretes y el riesgo del coreógrafo de visitar una manera de crear, una práctica coreográfica que ya había abandonado o absorbido en su propia trayectoria, y que en “Nube” la vuelve a revisitar con su madurez, integrando elementos de sus últimas creaciones. Es así que en “Nube” queda en evidencia su habilidad para desarrollar y potenciar una movilidad particular en cada uno de sus intérpretes y generar una experiencia colectiva única, esta vez separada por un marco escenográfico, pero unido y enlazado por el pasaje sonoro y el elemento aromático clave.

Performers: Antonio Rivas, Francisca Concha, Jorge Olivera, Maira Aldana, Marahui Cárdenas, Marcel Torres, Matías Castro, Matthias Chacón, Melissa Briones, Natalia Bakulic, Pedro Drapela, Rommy Rojas, Vivian Odeth Moreno, Yanara Salinas | Música- Diseño Sonoro Andrés Abarzúa | Jefe técnico: Julio Escobar Mellado | Vestuario: SISA | Asistentes Loreto Leonvendagar, Catalina Avaria | Jefatura Técnica Julio Escobar Mellado | Tramoya: Matías Trujillo | Producción Antonia Cea | Dirección Jose Vidal | Coproduce GAM, KAMPNAGEL Colaboran: Ceina, Centro NAVE, Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y Academia Pulso.