“Pedro, Juan y Diego”: una mirada 2.0 que revitaliza una pieza de culto

En 2022, el destacado director Jesús Urqueta recibió el encargo de releer la . emblemática “Pedro, Juan y Diego”, obra del Ictus estrenada en 1976. Y si bien hace tres años Urqueta intervino el texto con decidores audios y una simbólica escena que homenajea al elenco original (Nissim Sharim, Delfina Guzmán, Jaime Vadell y Jose Manuel Salcedo), es ahora cuando se permite una intervención con un decidor corte en la duración, además de cambios en la iluminación y en otros detalles escénicos.
Esta versión, que debutó en enero pasado, cuenta además con una variación en uno de los personajes protagónicos: Daniel Muñoz entra por Alejandro Goic, ahora agregado cultural en Buenos Aires, en el rol de Juan, el fabulador verdulero. Su presencia permite que el personaje acote más sus intervenciones, sin alargarlas festivamente como hacía Goic, lo que no solo reduce la extensión del montaje sino que también hace que se actualice (las formas de hacer varían de acuerdo al contexto).
Hay que recordar que cuando se estrenó el 76, el intercambio con el público era fundamentalmente un acto de resistencia. La conversación, el humor, el doble sentido eran formas de expresión que desafiaban a la dictadura. Por eso las obras se extendían en el diálogo y esta, en particular, marcaba tres horas.
Otro cambio es que salió Giordano Rossi como el altanero y joven inspector, y entró Juan Carlos Maldonado (el malvado de “El jardín de Olivia”).
En temporadas anteriores Emilia Noguera se sumó como doña María, rol que estrenó en 2022 Francisca Gavilán; y Víctor Montero como don Carlos, el capataz, que estaba en manos de Francisco Ossa.
La trama es simple: tres hombres (un verdulero, un obrero calificado y un exempleado público) coinciden en el tristemente famoso Plan de Empleo Mínimo (PEM). En medio del terror de la dictadura y una cesantía avasalladora, los trabajadores hacen de su precario empleo una manera de encausar la épica vital y el orgullo mancillados.
Deben levantar una pirca en base a planos mal concebidos y pese a la escasez de materiales, pero cuando la tienen parada, una nueva orden les pide demolerla. Es solo un trabajo mal pagado, que más da, podría pensarse. Pero en ellos esa arbitrariedad despierta el sentimiento de dignidad del trabajador. No se juega ni con los trabajadores ni con el trabajo.
Los intérpretes están muy bien seleccionados. Roberto Poblete como Pedro, orgulloso obrero especialista, bien plantado y con autoridad; Daniel Muñoz como Juan, el fabulador verdulero que baila cueca; y Nicolás Zárate como Diego, el más joven, que no pudo terminar la universidad, “reducido” de la administración pública y vendedor ambulante en sus horas libres.
Junto a ellos, Emilia Noguera caracteriza a la sra. María, una mujer que quedó muda en 1973 luego de vivir un trauma que no se revela. Ella es poesía, metáfora y belleza entre la rudeza de esos hombres despojados de casi todo. Noguera le da al personaje un candor que enternece, sin esquivar el dolor que asoma desesperadamente cuando el inspector se lleva a Diego.
El elenco es fundamental. Poblete se instala como el pilar de los trabajadores, líder innato, es él quien dialoga con la autoridad; Zárate asume un personaje complejo, que viene de otro lugar social y al comienzo se siente incómodo, pero que se encuentra con sus compañeros gracias a la meta del trabajo bien hecho. A ellos se suma armónicamente Daniel Muñoz, con su fantasioso Juan.
Víctor Montero (el jefe de obras) y Juan Carlos Maldonado (inspector) tienen apariciones de menor extensión pero contundentes: el primero da muy bien el tono de aquel que cuida sus espaldas pero, a través del humor y la gestualidad, se inclina hacia el lado de los trabajadores, y el segundo “es” la voz de la dictadura y su modelo Chicago boy, inapelable y cruel.
Si bien el director mantiene el lenguaje ingenuo y las situaciones soñadoras y hasta ilusas, su manejo del ritmo, de la teatralidad y los simbolismos (como la caja de música de la brota un tema de Víctor Jara) permiten una reflexión absolutamente atemporal, no solo sobre el abuso de poder y las dictaduras, sino también sobre la dignidad del trabajo. Este punto toma mucha fuerza hoy con el exceso de empleados a honorarios, el trabajo remoto, el reemplazo de funciones humanas por tecnología cada vez más de punta, en fin.
En 2022 escribí que la nueva lectura de “Pedro, Juan y Diego” estaba lejos de ser un ejercicio de museo o una restauración. Hoy, en esta re-visitación 2025, Jesús Urqueta recoge la esencia de la obra con una teatralidad más actual aun, dedicada también a las nuevas generaciones, que tienen otras problemáticas pero que empatizan, sienten y se identifican con la humanidad de la escena.

Coordenadas
Teatro Ictus – Merced 349, Santiago
Hasta el 5 de julio de 2025
viernes y sábado a las 20:00 hrs

fotos Nathaly Arancibia