El estreno del Ballet de Santiago más esperado esta temporada fue -sin duda- “La Casa de los Espíritus”, que subió al escenario del Teatro Municipal el 11 de septiembre y se mantuvo en cartelera hasta el 17. ¿Razones? Se trata de la adaptación del best seller homónimo de la escritora chilena Isabel Allende, llevada al cine y al teatro en distintas latitudes, que toma parte de la historia de nuestro país y la ficciona en clave de saga familiar. Éxito de ventas en diferentes idiomas, desde ruso al japonés, catapultó a su autora al éxito internacional.La novela aborda la vida de cuatro generaciones de la familia Trueba, liderada por el patriarca Esteban Trueba. A través de sus ojos el lector recorre la historia reciente de Chile, la reforma agraria, el arribo de la Unidad Popular y, por supuesto, el golpe de Estado y las violaciones a los DD.HH realizadas por uniformados. Allende sitúa la acción en “un país latinoamericano” y habla de un Presidente y un Poeta, que serían Salvador Allende -su tío segundo- y Pablo Neruda, respectivamente. Escribe, además, que la asonada militar fue encabezada por un general de “augustos bigotes”.
Eduardo Yedro, argentino, coreógrafo, exbailarín del Ballet de Santiago y actual maestro de baile de la compañía, asumió la magna tarea de llevar este éxito literario a la danza. Él es responsable de la dirección coreográfica de versiones chilenas de musicales como “Cats”, “Anita la Huérfanita” y “Mamma Mía”, además de haber creado “30 & Tr3s horas bar” (2008), obra que reunió la danza con la música en vivo de Los Tres. Actualmente prepara la puesta en escena nacional de “Billy Elliot”, que se estrenará en octubre.
Yedro trabajó mano a mano con el compositor y director de orquesta José Luis Domínguez, y en la adaptación de la novela participaron la actriz Verónica González y Pamela Figueroa, quien es además asistente del coreógrafo.
Hay que considerar que nunca las traducciones de un arte a otra son totalmente satisfactorias, porque la forma de narrar original debe adecuarse a otra absolutamente distinta. En este caso, todo lo que dicen las palabras debe plasmarse en imágenes, danza y música, lo que obliga a sintetizar al máximo la historia en beneficio de la claridad. En el ballet “La Casa de los Espíritus”, estructurado en dos actos, el primer problema es que su recorrido por momentos es inentendible, incluso para quienes leyeron la novela. Hay escenas donde se pierde el hilo conductor y que necesitan de un programa de mano accesible a todo el público (el que hay se vende). Además, hay personajes mencionados en el programa que no pueden identificarse.
El diseñador Jorge Gallardo, también a cargo de la escenografía, aportó una forma para reconocer a los protagonistas a través del vestuario: todos llevan un detalle o colores que permanecen a a través del paso del tiempo.
La acción sucede en un espacio limpio y atractivo, con elementos simbólicos algunos difíciles de desentrañar, como la enorme cala o la piedra. También aparecen unos árboles de apariencia tropical que remiten a otras latitudes, y un obvio reloj que marca el paso del tiempo.
A nivel de lenguaje dancístico hay una mezcla de estilos – desde el neoclásico a la comedia musical- que deja una sensación final de indecisión, de falta de identidad. Pese a eso, hay momentos muy logrados, como el dúo romántico de Clara y Esteban, el cuadro de la tortura de Alba y la aparición de los fantasmas de la familia, todos en clave diferente. No se entiende por qué personajes tan diversos como Clara, Férula y la prostituta Tránsito utilizan zapatillas de puntas. Finalmente, la mirada a través del movimiento está centrada en lo formal más que en la sustancia de la novela, logrando estampas bellamente compuestas pero frías.
El Ballet de Santiago se luce en la interpretación. Excelentes Romina Contreras, que a su danza aporta un instinto dramático que la destaca, y Katherine Rodríguez, teatral y sólida en el cuadro de la tortura, que le permite explorar un registro muy diferente al clásico. Muy bien Andreza Randiseck como Férula, Rodrigo Guzmán como Esteban García (torturador de Alba) y el cuerpo de baile en su totalidad, energéticos e impecables al asumir diversos desafíos.
Cristopher Montenegro tiene la presencia escénica y talento dancístico para asumir el protagónico de Esteban Trueba, así estuvo perfecto en lo técnico, pero lució algo rígido en materia interpretativa. No pudo traspasar a cabalidad emocional el viaje interno de su personaje.
La música, compuesta especialmente por José Luis Domínguez -quien también estuvo a la cabeza de la Filarmónica- tiene el tono sombrío que acompaña la puesta en general y fluye entre mezcla de estilos que evocan a distintos autores. Utiliza leitmotiv para ciertos personajes, construyendo una banda sonora de cine más que la partitura de un ballet.
En resumen, la versión dancística de la novela “La Casa de los Espíritus” presenta problemas narrativos y un mix de lenguajes de danza que se mueve entre el neoclásico y el contemporáneo, pero que no genera una identidad propia. La música acompaña la escena en tono de música incidental, siendo los recursos visuales (vestuario e iluminación principalmente) importantísimos a la hora de las definiciones. Destaca el desempeño del Ballet de Santiago en su totalidad.
Escrito por Marietta Santi
fotos Patricio Melo