Stgo a Mil: Cruda mirada a lo femenino

La directora y dramaturga Stephie Bastías nos presenta “El Convento”, segunda parte de una trilogía cuyo primer montaje fue “La torre”. “El convento” es una historia de novicias en claustro que profundiza la cruda realidad en torno a lo femenino y el confinamiento, que vuelve al Teatro Camilo Henríquez en el contexto del Festival Internacional Santiago a mil en enero 2022 del 6 al 19 de enero.

Seis novicias asumen un voto de silencio perpetuo en el convento donde habitan, entonces surge la primera pregunta: ¿cómo comunicarse? Es así como resuelven usar el canto en latín como su pilar de relaciones, luego los sonidos, las miradas y la rutinaria coreografía en torno a las oraciones, los juegos, las comidas, los despertares y los ocasos.

Vestidas de verde, un color contingente relevado en los hechos sociales que hemos vivido como país respecto a lo femenino, nos llevan por un viaje muy ceremonial y agresivo. Una agresividad propia de los rangos de poder, reflejada en la sumisión religiosa ante la deidad y la superioridad eclesiástica.

En esta forma de hábitat auto impuesta por la labor religiosa del convento surge la empatía del espectador con los personajes ante nuestra vivencia de cuarentenas, en las cuales se produjeron situaciones complejas propias del confinamiento.

El abuso de poder de la superiora es la primera complejidad expuesta por la dramaturgia, que se entrelaza con los movimientos de la rutina, los acordes vocales, muy bien logrados y las revelaciones de la vida religiosa, que deja la duda entre la ficción y la realidad.
En la historia de claustro en “El Convento” todo va aparentemente bien, hasta que dos hechos cambian por completo la rutina y es aquí donde se produce un momento de inflexión y caos: la llegada de un bebé y la entrada de un hombre accidentado.

Lo primero, el niño, desestabiliza la tranquilidad pues deja aflorar los sentimientos maternales de mujer en un ambiente religioso. La segundo, el hombre, es un personaje atractivo, mal oliente, sucio, vestido con botas y un abrigo. Llega con una pierna rota por lo que las mujeres corren a su cuidado, es aquí donde aparece lo terrenal y el deseo carnal que muestra la seducción propia del deseo, esta vez, desde lo femenino. Las mujeres lo bañan, lo tocan y le lamen los dedos. Una cosificación del cuerpo humano masculino representado por este personaje descuidado y humilde.

Sobre el escenario podemos ver como transcurren situaciones fuertes de representar, desencadenadas por la aparición masculina, como una violación, un asesinato, un aborto, un suicidio y un incendio, todos actos de una crudeza poco vista que hace reaccionar a los espectadores en gestos como taparse el rostro para no ver o llevarse las manos a la boca para no gritar. Se hace imposible la indiferencia.

Un relato agresivo que nos hace reflexionar en torno a temas actuales y reales, que podría tomar como excusa el encierro de un convento para enrostrarnos que cada situación ocurrida es tan presente en el afuera como en el adentro, ayer como hoy, sin tiempo ni espacio.

Escrito por Cristián Rojas