“Catarsis inmersiva”: liminalidad con el cuerpo como protagonista

Queda solo este fin de semana para ver “Catarsis inmersiva”, de Pseudónimo Compañía de Arte Contemporáneo, en GAM. Si bien está categorizada como danza en la programación del centro cultural, la verdad es que estamos frente a una puesta en escena híbrida, donde liminalidad es la palabra que más resuena. Hay movimiento, teatralidad y una instalación lumínico-sonora que bombardean a la audiencia con estímulos. En el centro están los cuerpos de los performers (Carmen Gloria Venegas, Ale Miller, José Urrea, Jorge Olivera y Javier Muñoz), quienes hacen honor a la llamada inmolación del intérprete poniendo sudor, fuerza y toda su energía al servicio de la propuesta, liderada por Ninoska Soto y Gabriel Miranda.
La dupla, proveniente de la danza y la música, respectivamente, realizan un trabajo de investigación que sobrepasa sus disciplinas originarias para hurgar en la puesta en escena total. Por eso es resultado es tan impactante, porque obliga a la audiencia a resetear su forma de concebir un montaje. Con ellos las categorizaciones no sirven, ni siquiera el término multidisciplinar.
Los cuerpos se instalan en el centro de un círculo formado por barras lumínicas, en cuya periferia está el público. Cada persona que especta está sentado entre dos barras, que forman un especie de puerta hacia lo que sucede, hacia esta catarsis donde los performers son cada vez más exigidos.
Esta instalación (creada por Miranda) es lumínico-sonora, es decir, se prende, se apaga y titila de acuerdo al ritmo del espacio sonoro, que es rockero, duro e invita al trance.
“Catarsis inmersiva” va de menos a más. Cuando los espectadores ingresan a la sala, el elenco está estirándose en el centro del círculo. Y hay que pasar entre ellos para elegir asiento, lo que a muchos incomoda. Luego del apagón viene una introducción que causa sorpresa, ya que los intérpretes miran directamente al público dando alaridos y luego riendo. Cuesta mirarlos a los ojos, o si lo hacemos nos ponemos nerviosos. Ahí parte el desafío.
Más adelante hay pasajes coreográficos muy atléticos, que exudan adrenalina y permean a los que miran. Es como una disco con eximios bailarines. Pura intensidad que contagia los cuerpos que están sentados y los invita a sumarse.
Por supuesto, aparece la desnudez. No como una forma de provocación sino como la constatación de que el cuerpo, la fisicalidad, es materia prima de todas las preguntas. ¿Cómo instalamos el cuerpo en escena? ¿Somos un cuerpo?
Hay un bello momento donde los intérpretes, en plena oscuridad, muestran partes de su anatomía. Una pierna, un torso, pechos, un brazo, músculos…surgen a la luz. El resultado es poético, ya que el cuerpo iluminado fragmentadamente nos remite a la trascendencia de la carne.
Finalmente se llega al ritual. Los cuerpos se arrastran en torno a un personaje femenino con larga capa, recorriendo todo el círculo y poniéndose ante los espectadores. Hay sangre y sudor, y también una cita a películas y otros espectáculos. Menos impactante que los recursos anteriores, tal vez porque ya ocupa un lugar en el imaginario común.
Mención aparte merecen los y las intérpretes. Carmen Gloria Venegas, Ale Miller, José Urrea, Jorge Olivera y Javier Muñoz, se exigen al máximo explotando cada uno distintas facetas: Urrea su rigor físico impecable, Venegas su controlado desborde, Olivera y Muñoz su teatralidad, y Miller cargada de sentido debido a su panza de embarazada, que se convierte en otro signo más.
“Catarsis inmersiva” es una experiencia vital, cargada de ritmo e imágenes que golpean las puertas de lo más íntimo de la audiencia. Recomendada para el público que gusta de lanzarse al vacío y pisar terreno inseguro, sin mayores expectativas que experimentar. Bien por Pseudonimo cía.
Un detalle. Ojalá no se la categorice como danza en los programas o reseñas, porque ya es hora de romper también esos encorsetados esquemas.