“La piedra oscura”: buenas interpretaciones, música y memoria

Veinte años de trabajo celebra este 2023 la compañía de teatro La Calderona, que en este tiempo nos ha acostumbrado a montajes de gran calidad, con la música como elemento decidor. Su marca registrada han sido los clásicos (“La dama boba”, “La cueca de Gil con polainas verdes”, “Los empeños de una casa”), pero también ha incursionado en textos contemporáneos, como “La lengua en pedazos”, de Juan Mayorga. Ahora -en el Teatro Mori Bellavista- el grupo reestrena “La piedra oscura”, donde el premiado autor español Alberto Conejero revisa la relación de amor entre Rafael Rodríguez Rapún y Federico García Lorca, y a través de ella hurga en la guerra, las desapariciones, la crueldad, el totalitarismo y la conservación de la memoria.

Conejero se permite ficcionar a partir de la realidad y sitúa a Rafael en vísperas de su ejecución. Lo vigila un joven casi adolescente, campesino y huérfano, cuya pasión por la música ha sido truncada por la guerra civil. Lentamente, la palabra del prisionero hace ceder las reticencias del guardián, las diferencias se van suavizando y sus posiciones haciéndose más cercanas.
Al final de esa larga noche, los dos hombres están comprometidos como seres humanos. La Otredad ya no los separa, sino que los reúne. Tanto, que el soldado acepta decirle a Rafael su nombre: Sebastián.
Se trata de teatro de texto, que ocurre en el diálogo y que obvia todo lo que es ajeno a la acción del verbo. Dirigida por Macarena Baeza, esta puesta en escena realza la palabra gracias a las afinadas interpretaciones de Felipe Zambrano como Rafael, y Bernabé Madrigal como Sebastián. Ambos logran ir más allá del torrente verbal para ahondar en sus personajes, destacando la corporalidad de Madrigal y la voz sin edad de Zambrano. A eso se suma la relación que establecen a partir de sus cuerpos, distantes primeros, hasta llegar casi al abrazo.

La presencia de García Lorca es indirecta. Es su amante el que lo lleva encima, como luz y también como culpa. Rafael quiere que Sebastián entregue mensajes a su familia, pero por sobre todo le encarga que lo ayude a salvar los escritos que conserva del poeta granadino. Un momento trascendente se vive cuando el prisionero recuerda su enamoramiento por el famoso escritor. La contradicción, la hipocresía de la época y la inevitabilidad de la carne están bellamente recreadas por Conejero, y alcanzan el tono perfecto en la matizada intensidad de Felipe Zambrano.

La música no podía estar ausente en un montaje de La Calderona. Esta vez hay canto y guitarra (Alejandra Silva) en acertadas composiciones de Manuela Reyes que musicalizan los “Sonetos del amor oscuro”, de García Lorca., supuestamente dedicados a Rafael Rodríguez Rapún. Y es a través de este elemento que la directora decide la aparición de
García Lorca, encarnado por un carismático -y buen cantante- Cristián Álamos. Su presencia fugaz entrega nuevos espacios a la puesta en escena, que transcurre en un despojado cuadrado que solo contiene una cama de metal y dos paneles.

Un espacio menos ceñido a lo descriptivo tal vez habría aportado más al despegue de los textos y las intenciones. Hay proyecciones, pero no resultan significativas ya que el fondo que ocupan las desdibuja, debiendo adivinarlas el público. 

“La piedra oscura” (llamada así en referencia a “La bola negra”, obra inconclusa del granadino), en la versión de La Calderona, es una puesta en escena que amalgama perfectamente la palabra hablada con la cantada, el fraseo del diálogo con la música de la guitarra. De gran vuelo interpretativo, gracias a la dirección y a la totalidad del elenco, profundiza en la memoria y en temas siempre presentes como la aceptación del otro y de la diferencia. 65 minutos de disfrute y poesía.

fotografía Carlos Santos