“La madriguera”: precisa puesta en escena sobre cómo seguir viviendo después del dolor

Becca y Howie forman un matrimonio joven que hace ocho meses perdió a su hijo Danny, de 4 años, en un accidente. Ambos hacen lo posible para seguir viviendo pese al dolor, no golpean a nadie, no gritan, no se deprimen. Viven lo mejor que pueden, cada uno a su manera. El texto de “La madriguera” (“Rabbit Hole”), de David Lindsay- Abaire, es un drama contenido, cauto, sin desbordes emocionales de ningún tipo. Y, por lo mismo, difícil de poner en escena por el riesgo de que sus protagonistas parezcan sosos o poco reales.

La obra, ganadora del Pulitzer en 2007 y llevada al cine en 2010, se estrenó recientemente en el Teatro Zoco bajo la dirección de Pablo Halpern, también responsable de la línea curatorial de la sala.

Emilio Edwards interpreta a Howie, el padre. Es responsable y comprensivo, es el único integrante de la pareja que asiste a un grupo de ayuda y disfruta viendo video de su desaparecido hijo. Su mujer, Becca, encarnada por Nathalia Aragonese, dejó de trabajar para ser mamá y está en otra sintonía: quiere regalar la ropa del pequeño, llevó su perro a otra casa, propone desarmar su habitación. Se desencuentran, se distancian.

Ellos no tienen nada de superhéroes, solo intentan estar enteros y llegar al día siguiente. A su lado están la madre y la joven hermana embarazada de ella (Norma Norma Ortiz y Valentina Campos), con quienes tienen muy buena relación. Un personaje que destaca y fisura la aparente tranquilidad del matrimonio protagonista es Jason (Manuel Castro), el jovencito que accidentalmente atropelló a Danny. Impacta el cómo Becca lo recibe, cómo le da a entender que lo entiende, que sabe que él también sufre por lo ocurrido. A Howie lo exalta su presencia, por eso lo evita y deja que sea su mujer la que hable por los dos.

La dirección de Pablo Halpern consigue que bajo el texto sin estridencias David Lindsay- Abaire palpite el tormento interior que cruza a Becca y Howie. Son gente civilizada, que entiende que los accidentes pasan, pero detrás de su sentido común el dolor amenaza con estallar. Nathalia Aragonese estremece como Becca, al permitir que el atormentado interior de su personaje hable desde su cuerpo. Intenta sonreír pese a que la tristeza la embarga, lo que la actriz hace patente en cada gesto, en cada palabra.

Emilio Edwards construye delicadamente diversas facetas de Howie; su energía, su fuerza, su ira, el desencuentro con su esposa. Nuevamente el cuerpo del actor es vital al revelar la impaciencia, la desesperación de este marido y padre.

Junto a ellos destaca Manuel Castro en el inquietante rol de Jason. Su presencia enturbia la escena, siendo el mismo personaje un ser extraño, al que Castro da vida desde la postura de las manos a la manera en que frasea. Una de las mejores escenas es el encuentro entre Becca y Jason, demasiado correcto, demasiado contenido, con una serie de emociones que cruzan bajo sus palabras.

Norma Norma Ortiz muy bien como la madre, que transita desde comentarios triviales a profundo recuerdos sobre su hijo muerto. Solo Valentina Campos, la hermana de Becca, crea un personaje que por momentos se desdibuja por la falta de corporeización del texto. A diferencia del resto del elenco, por momentos la palabra en ella parece separada de sus sensaciones y emociones. Seguramente el rodaje de la obra afine el cómo dice.

La escenografía de Manuel Morgado (“El malentendido”, “Retrato de una mujer que un día miró a la luna y le pareció que era falsa”) recrea esplendorosamente una casa de dos pisos, luminosa y en tonos beige, que de alguna manera es también el tono de la contención emocional de los protagonistas. El vestuario, de Zorra Vargas, también está en tonos beige y café para la pareja principal, haciéndose eco de esta normalidad o neutralidad que tratan de mantener.

“La madriguera” es una pieza que, bajo la dirección de Pablo Halpern, consigue dar cuenta de un drama de la vida cotidiana sin estridencias, pero con corrientes emocionales que laten bajo esa normalidad. Teatro realista, de texto, toca tanto a generaciones mayores como a los jóvenes, porque el dolor de la pérdida no tiene edad, y aprender a vivir con él, tampoco. Buenas actuaciones, inteligente y articuladora dirección.

fotos Daniel Corvillon Coordenadas Teatro Zoco Hasta el 1 de julio de 2023 Jueves a sábado, 20.00 horas Entradas a la venta en Punto Ticket.

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