La Mona Ilustre cumplió 15 años de trayectoria como compañía y la misma cantidad de años presentando el montaje “Los peces nos vuelan”, una obra de dramaturgia propia que nos lleva por el mundo de los sueños entrelazado con el real, en donde los objetos son protagonistas esenciales para contar la historia de un viejo circo, dos hermanas huérfanas y un frustrado escritor.
El teatro de la Universidad Católica tuvo una breve temporada de esta obra – premiada en diversos festivales de Chile, España, Noruega, Francia y Taiwán- en cartelera durante el mes pasado.
Sobre el escenario, iluminado al inicio, vemos una plataforma circular con diversos objetos en ella: sillas, mesas, lámparas, paragua, una cama. Cinco personajes cruzan sus historias utilizando esos objetos para generar sueños y momentos oníricos llenos de magia.
Así comienza este montaje en donde la coreografía teatral es la principal característica para desarrollar la trama. Resulta un gran trabajo coordinar el movimiento de los objetos -realizados por los mismos actores-, con cada escena representada.
Su director, Miguel Bregante, profundiza en la construcción de cada personaje dándoles una identidad particular: algunos en realismo, otros evidentemente caracterizados, otros en modo clown y por último con pantomima.
El guión es dramático, las historias son emotivas, entonces es atractiva para adultos y para pequeños. La profundidad del relato conversa a la perfección con la utilización de las cosas (lo más llamativo para los niños). Cabe señalar que los actores no pretenden ocultarse en la manipulación, por el contrario, se quedan como observadores de cada cuadro.
La cuota de humor y chilenismos hacen soltar carcajadas en el público y relaja lo tenso de la historia. Un espectáculo visual y hasta cinematográfico que invita al público a sumergirse en escenas ágiles, llenas de detalles.
Resaltan dos personajes, los protagónicos: El abuelo (Nicolás Pavez), una incorporación al elenco que le entrega el peso de la experiencia, una potente actuación y voz. Pavez tiene una presencia que llena el espacio por si mismo. El hijo (Diego Hinojosa) tiene un manejo cuerpo físico que solo el oficio podría entregarle. Sabe contar una historia para todo público que hace reaccionar a los niños en expresiones y risas.
Importante resulta la iluminación que va generando las ambientaciones en cada escena, además de los pequeños detalles que, gracias a la cercanía del escenario en la sala del teatro, se pueden apreciar en su totalidad.
Un trabajo visual propio creado por esta connotada compañía, un lenguaje que conjuga el teatro, con los objetos, el cine, la luz y las sombras de manera que el espectador viaje junto a los actores, a un mundo lleno de magia, emoción e imaginación. Una historia de temáticas simples y cercanas, pero con una profundidad tal en su ambientación, que cautiva.
foto Nicolás Calderón