Teatro a Mil: Stephie Bastías cierra en alto su Trilogía del Encierro

Stephie Bastías, precoz y talentosa dramaturga y directora, estrenó en el Festival Internacional Teatro a Mil “El orfanato”, última entrega de su Trilogía del Encierro., después de “La torre” (2018) y “El convento” (2021). Se trata de obras protagonizadas por mujeres que viven encerradas en asfixiantes espacios atemporales, y patriarcales, donde deben sortear la aparición de su interior y sus diversas búsquedas. La clave está en el cuerpo, no solo como medio de comunicación de las protagonistas sino también como búsqueda de lenguaje de la directora, que evita las palabras (las omite, las deconstruye, las inventa) para tocar a la audiencia en lo profundo, allí donde la razón ya no controla.

De las criadas, en la primera obra, Stephie pasó a las monjas y, esta vez, se centró en las niñas. Criadas y monjas  evidentemente sometidas y obligadas a la obediencia; las últimas subyugadas por su edad, su falta de familia y su género. Fragilidad en estado puro.

Al igual que en las otras puestas escena, la directora realiza una dirección milimétrica y coreográfica, preocupándose de cada detalle espacial, gestual y energético, lo que se ve más aun en “El orfanato” por habitar el espacio sin límites de la niñez. Las protagonistas infantiles, magníficas (Michelle Mella, Julia Lubbert y Karina Ramírez), se sumergen en el mundo de la infancia, con ese sabio descontrol corporal y sensorial que luego modelan las reglas sociales. Son niñas en escena, con ese desparpajo físico tan espontáneo e inconsciente.

Junto a ellas están Valeria Leyton (asistente de dirección, además) y Juanita Lara, en personajes fundamentales, simbólicos, que conectan con los mundos explorados en las otras obras y guían el viaje de este cierre de trilogía. Siguiendo la línea diseñada por Stephie desde el primer estreno, las palabras no son significativas y hay una suerte de lenguaje inventado, donde reconocemos sílabas o sonidos. Es en esa situación en que el cuerpo, que no tiene fronteras comunicacionales, se alza implacable con toda su carga de sentido.

Las protagonistas transitan en un espacio aparentemente libre, pero con el recio control de una voz femenina que habla en un rudo idioma (parece alemán), a través de parlantes. Este ser omnipresente ve todo, las castiga, las manda, le dicta las tareas…una especie de diosa, que bien podría ser leída como la sociedad, el patriarcado, el fascismo, en fin.

“El orfanato” parte con un suceso impactante, que marca el viaje para la audiencia. Las niñas trabajan mucho, se cansan, pero realizan su trabajo en medio de juegos. Son niñas. Imaginan mundos y se permiten la inocencia. Durante la obra transitan de la infancia a la madurez sexual, descubren el cuerpo de la otra, se rebelan y también intentan formas de resistencia. Hay abusos de todo tipo, nunca explícitos en escena, pero evidentes y chocantes. Las pequeñas protagonistas intentan sortear de lo mejor posible las torturas vividas.

Pocos elementos en el escenario, iluminación (de José Carrera) y diseño sonoro (Vicente Cuadros)  que ayudan a la creación de atmósferas que refuerzan las imágenes que perturban, interpelan y golpean a la audiencia.  Al equipo se suman Roby Rebolledo y Boris Calderón como operadores.

“El orfanato” es un cierre alto para la Trilogía del Encierro. Con interpretaciones conmovedoras y un estilo que apela a lo más profundo del espectador, se hace cargo de ese espacio de tanta vulneración como es la infancia. Hay desborde, exceso y dolor, todo bien modulado en una especie de cuento de horror que golpea bajo.

Coordenadas
Hasta el 18 de enero
De miércoles a sábado
precio general $6000
Más info en www.teatroamil.cl